Quique González, arriesgado y brillante
La sevillana sala Q albergó, el pasado sábado, la puesta de largo del nuevo trabajo de Quique Gonzalez, Daiquiri blues, tras anularse el concierto previsto en Málaga el día anterior. Sus seguidores formaban una larga cola en la puerta y, ya en el interior, se arracimaban en las proximidades del escenario, en el que colgaba un luminoso con el título del disco a modo de nombre de un local nocturno. Sonaron los dos primeros temas del álbum, Daiquiri blues and Cuando estés en vena, y parecía que el músico madrileño llevara toda la vida tocando con su nueva banda, en la que sólo permanece el bajista, Jacob Reguilón, de su anterior grupo, La Aristocracia del Barrio. Vuelve el gran Toni Jurado (que ya estuvo en otra de sus bandas, Los Taxidrivers), a la batería, y se han incorporado David Soler, a la guitarra y pedal steel, y Julián Maeso, a los teclados.
Da gusto ver a un público tan joven y tan volcado con un artista como Quique González, que se marchó de su discográfica (Warner), al no asumir que tuviera que pagarle un porcentaje de sus conciertos, y que arriesgó al grabar este disco de su bolsillo. Eso sí, él es consciente de su talento y de la calidad de Brad Jones, reputado productor, cuyos pasos siguió hasta Nashville, cuna del country. Allí se rodeó de músicos tan prestigiosos como Al Perkins y el resultado es Daiquiri blues, un disco reposado e intimista, en el que da una vuelta de tuerca a su querencia por el rock de raíz, el folk y la americana.
No faltaron algunos de sus clásicos (Kamicazes enamorados, Pajaros mojados, Me agarraste, Pequeño rock and roll) y un par de temas de su anterior álbum: Avería y redención y Hay partida. Tampoco ese momento en el que González desnuda sus temas de artificios y los ofrece como los compuso, esto es, con la sola compañía de su guitarra (y, ocasionalmente, su armónica): Lo voy a derribar y De haberlo sabido. Luego, la banda se reincorporó para interpretar Riesgo y altura, el precioso tema cuya música había compuesto César Pop (teclista de Pereza) para una banda sonora y al que Quique González le escribió una letra a medida en una mañana. Propuesta arriesgada en directo, si tenemos en cuenta sus arreglos de jazz. A continuación, tocó Nadie podrá con nosotros, pequeña joya de su nuevo disco, en la que sobresale el magistral pedal steel de David Soler. Mención destacada merece también el nuevo teclista, dado que los teclados han ganado presencia en esta nueva propuesta.
Ya en los bises, más clásicos –Y los conserjes de noche, Vidas cruzadas (con una nueva envoltura country que le sienta muy bien), y Miss camiseta mojada-, trufados con temas del nuevo disco, como Anoche estuvo aquí, con contrabajo y pedal steel. En la despedida, la estupenda Su día libre y, curiosamente, el single, La luna debajo del brazo, amén de un fin de fiesta por todo lo alto con Hotel Los Ángeles. Espectacular.
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