César Pop: «I have exactly the life I wanted to have»
Nacido en Navia (Asturias) en 1978, César Pop es un artista singular. Con un gran talento para componer y escribir canciones, un infinito amor a la profesión de músico, la mayor parte de su vida artística ha transcurrido ya junto a Leiva, primero como teclista de Pereza, previo pasó por Le Punk, y hoy acompaña al artista en todas sus aventuras musicales, aporta su manera de interpretar y crear canciones y forma con él uno de los más brillantes tándems creativos del pop español de nuestro tiempo. En paralelo, nunca ha dejado de lado su carrera en solitario, y atesora dos discos, dos joyas, Whatever your name is (2011) y Noticias del norte (2015). De vez en cuando algunos afortunados pueden verlo actuar con sus canciones en Madrid, como esta noche, 29 de marzo, en que se subirá al escenario de Libertad 8. Viejo amigo de Popes80, charlamos hoy con él sobre el presente, el pasado y el futuro.
¿En qué etapa de tu vida te encuentras?
Me encuentro recién empezando la vida adulta. Dicen que esa edad llega cada vez más tarde, que a medida que van avanzando las generaciones la vida adulta se retrasa, porque nos hacemos más cómodos. Yo me siento en una etapa adulta en cuanto a que disfruto mucho de la experiencia y conocimientos que me ha dado la vida. Me siento más ubicado de lo que me he sentido en mis años más jóvenes.
A pocas horas de tu concierto en Libertad 8, ¿qué nos espera esta noche y en próximas ocasiones?
Este año me he propuesto tocar con bastante más regularidad en Madrid, porque tenía un poquito abandonado mi proyecto, exponer las canciones en directo. Todo lo que tiene que ver con componer, eso lo continuo, y no creo que nunca lo abandone, llevo años haciéndolo y es algo consustancial con mi manera de estar en el mundo. Me acompaña en las actuaciones el guitarrista Álvaro Cuberris, del grupo Playa Cuberris. Mi objetivo de este año me sirve, aparte de para reactivarme un poquito e ir construyendo también las canciones con Álvaro en formato dúo, para ir animándome a probar repertorio nuevo, canciones nuevas que voy haciendo y voy probando intentando que el repertorio no se repita mucho de un concierto a otro. Intento que en cada concierto ocurran cosas nuevas.
Para testar las canciones y las sensaciones y emociones qué despiertan.
Claro. Porque uno aprende mucho sobre una canción que ha escrito cuando la toca en directo. No sólo aprendes de la canción al observar la reacción de la gente que te está escuchando, no es sólo el aplausómetro el que te dice qué tan buena es tu canción, sino tus propias sensaciones. Las propias sensaciones que se tienen cuando se canta la canción ante un público son muy reveladoras de lo que uno ha hecho. Aprendo cosas sobre las canciones cuando las canto ante el público, por eso me gusta hacerlo.
¿Qué respondías cuando te preguntaban qué querías ser de mayor?
Músico, por suerte, músico.
¿Desde qué edad?
He de decir que desde que tengo uso de razón. Desde muy pequeño tuve contacto con la música, no porque provenga de familia de músicos, pero sí que mis padres son gente sensible y que dan mucho valor a la cultura en general, y procuraron aproximarme a las formas de cultura que podían, entre ellas estaba la música, y es algo que siempre me atrajo poderosamente la atención desde el principio. Cuando era un bebé, mi padre cantaba en un coro y mi madre siempre cuenta que cuando me llevaba a los ensayos era como llevarme a una sesión de hipnosis, me quedaba inmediatamente atrapado por aquello.
¿A qué edad compusiste tu primera canción?
A pesar de mi edad, cursé la ESO, fui de las primeras generaciones y creo que fue en tercero o cuarto, con 13 o 14 años. Tuve una profesora de música que un su día tuvo la feliz idea, en mi caso la muy feliz idea, de ponernos como ejercicio de clase componer una canción. Me junté con dos compañeras de clase e hicimos una canción. Aquella experiencia me voló la cabeza muchísimo, me hizo muy feliz. Recuerdo esa tarde perfectamente, es de estos momentos que se te quedan grabados, estar en la habitación de casa de mis padres con mis dos amigas y terminar la canción; esa sensación de alegría cuando la canción estaba terminada se parece mucho a la sensación que a día de hoy sigo teniendo cuando termino una canción. Es una sensación que percibo constantemente. Conseguir terminar una canción me produce una sensación de felicidad muy intensa que siempre persigo, que llevo persiguiendo desde entonces, desde los 14 años.
¿Y la primera que se publicó?
Antes de publicar canciones 100% mías, creo que mis primeras canciones como autor se publicaron en el disco No dispararen al pianista de Le Punk, una banda en la que en la que estuve hacia principios de siglo (sonríe).
Hablemos de un pianista, ¿qué significó para ti el Toni2?
Puedo utilizar una frase muy socorrida de los músicos, en mi caso fue como la mili. Fue una experiencia muy intensa y muy importante en mi vida. Me enseñó y aportó un montón de cosas. Aprendí a cantar lo poquito que sé cantar, sobre todo a enfrentarme a un público y manejar a un público que tienes ahí encima. La música que hago en mis conciertos no tiene ese carácter tan lúdico como el que debía tener la música que tocaba en el Toni2, cuyo objetivo era mantener a la gente conectada con las canciones, entretenida y divertida.
El pianista es el contenido esencial del Toni2, el nexo principal, puede decirse que tu figura era como la de un DJ en el centro, muy observado.
Exactamente. Era como una especie de DJ en realidad. En los años en los que yo trabajé allí, la música era el centro indiscutible de lo que ocurría. La gente estaba en torno al piano, y estaban atentos a las canciones, que eran las protagonistas absolutas de todo aquello. Pasaban más cosas, pero tenían una presencia muy importante las canciones, y uno estaba a los mandos de esa nave. Era una cosa complicada al principio, para mí fue difícil en los dos primeros meses y lo pasaba muy mal, realmente mal. Durante toda la noche no sabía qué tocar, no sabía que tenía que hacer, no sabía cómo relacionarme con la gente, me faltaban muchos recursos, y la verdad es que en esa experiencia aprendí muchísimo. Todas las lenguas clásicas -latín, griego y de todo-, la verdad es que le estoy muy agradecido.
¿Cómo lo definirías para quien no lo haya conocido?
En mis conciertos, cuando hablo del Toni2, suelo decir que es un pequeño lugar en el centro de Madrid en el que recalan las almas errantes de la noche a sacarse las penas o a celebrar las alegrías cantando. Si tuviera que explicarlo de una manera un poquito más prosaica, diría que es un lugar donde se juntaba, en los años que estuve, gente de mediana edad en adelante especialmente sensible y disfrutona, que se juntaban ahí un miércoles a las 5 de la mañana a cantar boleros y rancheras. Un sitio muy mágico, muy especial.
¿Cómo se pasa de ir a los conciertos de Quique González o Leiva, por ejemplo, como un seguidor más a ser uno de ellos?
Una experiencia maravillosa. En los dos casos sucedió así. A Leiva lo conocí acudiendo de público, porque yo era muy fan de Pereza desde los primeros años. Cuando estaban presentando el primer disco, que me encantó y me sedujo muy fuerte, fui a verles y con los años acabé tocando con ellos. Y con Quique sucede lo mismo también, me encantaba, me gustaba muchísimo su música, me sabía sus canciones… Es una sensación muy bonita y muy satisfactoria. Con Quique por ejemplo puedo ser más consciente por las circunstancias, porque aunque somos muy amigos no siempre toco con él, y me ocurre una cosa que me hace ser muy consciente de esto, que él toca, voy al concierto, y antes del concierto estoy con él, y con la banda que también son amigos míos, tomamos cervezas, les deseo suerte, me siento en mi butaca, empieza el concierto, y aparece Quique González. Y al que estoy viendo, cuando estoy sentado en la butaca desde fuera, es al artista al que admiraba tanto antes de conocerle en persona. Es algo muy satisfactorio, muy de sueño cumplido, como si la vida le estuviese diciendo a uno que está yendo por donde tenía que ir.
¿Y cómo se llega a ser uno más de los que tanto admirabas?
Creo que no soy uno de ellos. Casi todos los artistas, incluso a ellos, nos pasa que tenemos un poquito del síndrome del impostor. Creo que en esto de la música es algo que abunda bastante.
¿Cómo les conociste?
En concreto, Leiva fue el artífice de que me viniese a vivir a Madrid. Era una época de la vida en la que le estaba yendo bien con Pereza, iba a dejar la casa de sus padres, y se iba a alquilar un piso con otro amigo. Por entonces, yo vivía en Asturias y, como había terminado los estudios en Oviedo, estaba en un punto que no sabía muy bien qué hacer, porque aunque siempre quise hacer música, a la vez estudié ingeniería informática por seguir el camino pautado, y por los famosos “por si acaso”. Estaba en un punto como de inflexión, de preguntarme qué hacer ahora. No quería buscar un curro de informático, quería hacer música. Entonces, me dijo Leiva “oye tío, ¿por qué no te vienes a Madrid con mi colega y conmigo a buscar un piso y te vienes aquí a probar?”. Ahí fue cuando me vine y de aquella, Leyva y yo nos hicimos bastante amigos, y ese primer año ya hice algunas cositas para Pereza.
¿En que año te instalaste con Leiva?
El 14 de mayo de 2004. El día que el día que tocó Paul McCartney en Madrid. Por eso recuerdo la fecha.
¿Qué ocurrió para crear Estrella Polar? ¿Eras consciente de que tenía visos de convertirse en éxito?
Cero. Era cero consciente. Era un descarte. Es curioso, porque sí que me acuerdo del día que la empecé a hacer, son de esas canciones que se hacen de memoria. Era otoño, estaba yendo a ensayar, y Pereza estaban presentando un disco en acústico que habían grabado en directo en Barcelona – el álbum se llamaba Barcelona-. Iban a hacer los conciertos de presentación en Madrid y Leiva me invitó a tocar con ellos un par de canciones -todavía no estaba en la banda-. Al regresar en taxi, tras el ensayo, pasamos por un cartel que ponía “calle de La Estrella Polar”, y mirando por la ventanilla, en ese recorrido, observé como una zona obrera con edificios muy humildes, un poco envejecidos, menos prolija que otras, y me dio por pensar en las vidas de esa gente, y por eso al pasar por ahí dije “joder, aquí llega el invierno antes”. Y ahí empecé a montarme la película y empecé a hacer la música de memoria. Ya había dicho Antonio Vega por aquel entonces que no había «nada mejor que componer sin guitarra ni papel». Empecé a cavilar, y en lo que llegaba a casa hice la parte inicial de la estrofa. Al llegar a casa, como la música estaba sonando en mi cabeza, con una guitarra busqué los acordes, la hice y quedó ahí aparcada. Cuando le daba la vara con mis canciones a la novia que tenía por entonces, me decía siempre que la buena era esa, la que tenía como descarte. Me parecía una tontería de canción y la dejé aparcada. Unos meses después, un día se repitió la misma escena con Leiva. Me puse a cantarle canciones, hablamos de ellas y pasado un rato le dije “bueno, y tengo… tengo este cacho pero que nada”. Se lo canté y me dijo “¿Cómo, pero eso es tuyo? Es buenísima, esta es la canción y la vamos a terminar tú y yo mañana”. Porque Leiva es así, es muy pila, no pierde ni un segundo en su vida. Y así fue, al día siguiente nos juntamos y terminamos la canción, la grabamos y -no quiero que suene presuntuosa esta frase- el resto es historia.
¿Te es difícil echar a volar una canción, darla por terminada?
A veces me lleva tiempo porque disfruto mucho del proceso. Hay una metáfora que le escuché decir una vez a Benjamín Prado, que me gusta mucho sobre este proceso: cuando ya has parido el 70% de la canción, y te queda el otro 30, algún verso que te hace falta, una palabra, una parte instrumental que todavía no tienes, eso que sientes que te hace falta… Ese proceso es como tener un caramelito en la boca y darle vueltas sin llegar a morderlo, estás todo el rato pensando, como medio secuestrado por la canción. Ese estado me gusta mucho y a veces, lo alargo un montón, meses e incluso años. Hay veces que tengo una canción, que siento que me falta una parte que no he encontrado y no me meto prisa. La aparco y ya volveré a buscarla para encontrar otro camino.
¿Qué te ayuda a no desistir en el proceso de creación? ¿Qué necesitas, a dónde o qué lugar acudes? Lo que te inspira más cuando todo falla
El amor a la música. Amo las canciones. Los niveles más altos de felicidad que consigo en la vida, en muchos casos están relacionados con terminar una canción que me gusta. El premio es tan alto que incluso cuando hay dificultades, encuentras fuerzas para seguir buscando y para seguir ahí enfrentándome a mis propios fantasmas, porque es verdad, que en el proceso creativo siempre hay un montón de voces que te están diciendo “no vales para esto, no sabes hacerlo, no lo vas a encontrar“, pero como estoy persiguiendo una cosa que me hace tan feliz, y que me sienta tan bien, pues aguanto sin hacer caso a esas voces, sigo, y persevero hasta que lo encuentro. Cuando lo encuentro, que no siempre es en todas las ocasiones.
Ya que conociste a algunos de sus habitantes, ¿qué tiene Alameda de Osuna que atrajo a tantos artistas?
Creo que ya ha cambiado y no es como era. Fue algo que ocurrió más en los 90, lo que pasó en la Alameda es que, al igual que en otros barrios, o en otras zonas, se ponía de moda el surf o el monopatín, pues en la Alameda se puso de moda tener una banda. Es la única explicación que le encuentro. Que me parece una moda maravillosa que ojalá sucediese. La gente empezó a tener bandas. Con quince años, para molar, tenías que tener una banda -es pura conjetura mía-, y de ahí se produjo un movimiento que se fue retroalimentando a sí mismo y que fue maravilloso, claro. Para mí, eso demuestra que la capacidad creadora del ser humano está en todas partes, y que lo único que hay que hacer es estimularla. Lo que ocurrió en Alameda de Osuna, en mi opinión, fue que hubo como un estímulo generalizado de la creatividad que se materializó en un montón de proyectos interesantes que hubo en aquellos años.
¿Cómo fue trabajar en La Alcarria con Fernando Polaíno y su Orquesta Pinha?
La Orquesta Pinha es un proyecto maravilloso de seres humanos amantes de la música callejera, que es un amor que yo comparto, gente que procede de La Alcarria, y llevan como si fueran titiriteros su música, capaz de conectar con todo tipo de personas, por ese tipo de lugares. Fernando Polaíno es un tipo al que quiero y admiro muchísimo, me gusta mucho la manera que tiene de estar en el mundo y en la música, me parece muy inspirador. Tiene una forma muy limpia, sana y honesta de estar en la música.
¿Cómo surgió tocar el acordeón en Tiramisú de Limón de Sabina, con amigos y Serrat?
Porque tengo la suerte de trabajar mano a mano con un tipo que es muy talentoso y más trabajador que nadie, Leiva. Gracias a eso voy beneficiándome de las cosas que él va haciendo. Produjo Tiramisú de limón y a Leiva le pareció que quedaba bien un acordeón, lo metimos, y ahí me vi de repente grabando con Joaquín Sabina, otro de los grandes hitos en mi carrera musical. Gracias a su talento y a la fidelidad que tiene hacia mí, me incluye en sus trayectos y en sus aventuras paralelas, que supongo que será porque lo haré algo bien.
De joven, ¿cuáles eran tus artistas imprescindibles?
Precisamente, Sabina fue una de los primeros imprescindibles. Hubo mucho cantautor desde los 12 hasta los 20 años, como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Aute, Mercedes Sosa, porque se escuchaba en casa y me siguen gustando. Mi máximo referente es Serrat, el que hace las canciones que más me gustan y le admiro muchísimo todavía a día de hoy. Luego, llegaron los Beatles y fueron una revolución total para todo el mundo que es un poco sensible a la música, qué locura; qué cantidad de belleza, qué cosa tan variada y cuánta imaginación.
Con acordes aparentemente no muy complicados…
No muy complicados, pero siempre combinados de una manera única. Hay una sabiduría y una intuición maravillosa. Siempre digo de los Beatles, que suenan como canciones pop, no sientes que haya ninguna pereza cuando la escuchas, pero, sin embargo, agarras la guitarra, y te pones a ver cómo van los acordes, y siempre hay cosas sorprendentes. Siempre hay lugares en los que dices, pero cómo se han ido aquí, cómo es posible que hayan puesto este acorde aquí, que es tan poco frecuente y que a la vez les suene bien, y no se note como una cosa extraña dentro de la canción. Eso pasa con casi todas las canciones de los Beatles, es fascinante.
¿Cómo debe ser una canción para que perdure? ¿Lo sabes? ¿Alguna pista?
No, la verdad es que no. Siempre digo, aunque no estoy del todo seguro y cada vez estoy menos seguro, como dice García Montero en uno de sus versos “vivir es ir plegando las banderas”. Las canciones que resisten el paso del tiempo todas tienen en común que tienen buenos textos, tienen en común que todas están diciendo algo verdadero, todas están transmitiendo un mensaje con un fondo profundo de verdad, eso incluye a “Twist and shout”, donde aunque se diga “menealó, nena” es muy profundo, y dicho con mucho corazón y mucha verdad.
¿Sabes el número de canciones que has compuesto y se han editado?
No lo sé, entre 100 y 200.
Desde tu experiencia, ¿cuáles serían tus primeras recomendaciones para un artista o quien quiera dedicarse a esta profesión?
Lo de dar consejos… Basándome en mi experiencia, responder sin tópicos es complicado, y me identifico con algunos de los tópicos que se responden en estos casos como lo de ser fiel a uno mismo. Creo que por ahí va la cosa. El no perder la conexión con aquello que te hizo querer dedicarte a la música, no perder la conexión con ese chaval que eras, que iba al instituto fascinado escuchando música con los cascos y parecía el rarito. Al final, lo que está bien te lo van a decir tus entrañas un poco. Creo que eso es importante. Intentar ser lo más honesto posible y no perderse en otro tipo de valoraciones. Estamos en la música porque nos gusta la música, y porque nos gusta formar parte de ese milagrillo que nos que nos iluminó la vida en un momento dado, y que nos ilumina de vez en cuando. Es verdad que luego eso hay que hacerlo compatible con las cosas de la vida normal, y con lo de desayunar, comer, cenar y calentarse. Para hacerlo compatible, hay que pensar de otras formas, pero nunca perder la conexión con eso. Creo que es lo que le diría a alguien que estuviese empezando y que me preguntase.
¿Cuáles son las principales ventajas y desventajas de tu oficio?
Las principales ventajas es que los que nos dedicamos a la música estamos empleando nuestro tiempo en lo que más nos gusta hacer. Entonces muchas veces estás trabajando y no está siendo un trabajo para ti, porque te está gustando, eso es una maravilla y un privilegio enorme. Y una de las grandes desventajas es la inestabilidad y la incertidumbre, que es lo que lo hace duro. Cuando estás en esto, sabes un poco de tu futuro laboral, con suerte, a uno o dos años vista, pero nunca a más. Eso es una carga que a medida que pasa el tiempo se va haciendo cada vez más pesada, es un poco duro. Y si a eso le añades que las condiciones laborales no están del todo desarrolladas -es una profesión a la que no se la mira del todo en serio, a pesar de ser una de las profesiones más antiguas del mundo-, pues todo eso no favorece la tranquilidad de uno. Pero, por otro lado, también es cierto que nos dedicamos a lo que más nos gusta y somos muy afortunados por eso.
¿Qué haría falta para que la música más que como entretenimiento fuese realmente considerada como cultura?
Ya. Es una buena pregunta que no sé muy bien cómo responder. Yo creo que los cambios profundos que se producen en las sociedades tienen en su base siempre la educación. Siempre qué pienso en cómo cambiar el mundo, en qué podemos hacer para que esto que no nos gusta deje de ser así, pasa por la por la educación, porque las nuevas generaciones que vienen vayan aprendiendo y crezcan valorando ciertas cosas o teniendo en cuenta ciertos aspectos. En el caso de la cultura, seguramente si hiciésemos más hincapié en la cultura musical en los colegios y en los institutos, y la pusiésemos más a mano, que fuese un poco más que la clase de música semanal, o que estuviese más presente ahí y se favoreciese, seguramente esas generaciones crecerían como la generación de la Alamedo de Osuna. Con los años, esos niños serán los que manejen el mundo, los que manejen el país y, si son más sensibles a la cultura, harán que la salud de la cultura mejore. A nivel político se podrían hacer cosas, no sé cuáles, pero creo que desde las instituciones, que al fin y al cabo nos representan a todos, se pueden hacer cosas como regular nuestras condiciones laborales, por ejemplo, y hacerlas más claras y facilitarnos un poco la vida, que por suerte se ha empezado a hacer este año, han empezado a trabajar en la Ley de la Música, y ya se han introducido algunos cambios a nivel laboral en el oficio que nos viene bien; que siga habiendo cosas así, que la gente que se dedica a organizar y coordinar las cosas públicas, que también piense en nosotros y nosotras.
¿Para qué artista te hubiera gustado o te gustaría componer?
Me habría encantado escuchar a Antonio Vega una canción mía, por ejemplo. Antonio me encanta, para mí es una especie de Rey Midas de las canciones. Antonio, todo lo que cantaba lo convertía en oro, pero todo. Tú escuchas a Antonio cantar La tarara y tiene como una profundidad increíble, que parece que no está en la canción, pero de repente la canta Antonio y ¡uy! Una canción que parecía una cosa así como infantil, parece que te está hablando de una verdad universal. Eso que tenía él es increíble.
¿Tu proyecto soñado? ¿Qué te gustaría hacer en un futuro, cercano o no, si tuvieras posibilidades de acometerlo?
No quiero que suene presuntuoso, todo lo contrario, estoy en el proyecto que he soñado y hace tiempo que lo pienso. Tengo la vida que quiero, exactamente la vida que quería tener. Hago lo que quiero hacer y con quien lo quiero hacer, y hago la música que me gusta. Tengo muchísima suerte y no tengo grandes aspiraciones, aquí estoy un poco en lo de “Virgencita, que me quede como estoy”, qué bien, qué alegría, toco con con mis amigos, que además son personas a las que admiro muchísimo, y vivo muy cómodamente, no aspiro tampoco a más. Lo que quiero es seguir, seguir conociendo, seguir estudiando, seguir aprendiendo, y seguir adelante ejerciendo esta profesión.
Además de en tu proyecto, ¿con quién estás trabajando actualmente?
Sobre todo con Leiva, que al fin y al cabo es como mi compañero de viaje con el que empecé en esto y con el que sigo. Es con el que más trabajo, Hacemos muchas cosas, como te decía antes. Con Quique González, uno de mis mejores amigos con el que también hice bastantes cosas, y supongo que seguiremos haciendo cosas juntos en la vida. Y aunque en realidad tampoco estoy abriendo mucho, estoy trabajando con Alberto Alcalá, que es uno de mis compositores preferidos de las generaciones jóvenes. Alberto escribe increíble, tiene una sensibilidad extraordinaria, canciones muy mágicas y muy bonitas
¿Cómo es tu colaboración con Alberto Alcalá?
Hemos escrito canciones para el disco que salió hace unas semanas, Otra edad. A Alberto lo conocí porque, charlando de otras cuestiones me habló de él Pedro Pastor -otro cantautor que me encanta-, recomendándome que hablase con él y que escuchara su música porque me iba a gustar mucho. Me fascinó. Tuve esa sensación de “qué bien escribe este tío, cómo mola esto”. Empezamos a hacernos amigos, a juntarnos con la guitarras. Él ya estaba trabajando en las canciones de este nuevo disco, le interesaba mi punto de vista, y mí me gusta mucho componer con gente. Nos entendimos bien. En su disco intervengo en algunas canciones, hay algunas partes instrumentales y musicales que son mías, hay una canción – Historia reciente– que me pasó con una letra escrita para la que no conseguía encontrar la música, me pasó la letra para ver por donde tiraba yo, me encantó y al final esa música la hice yo. Creo que la gente debería escuchar a Alberto Alcalá bastante más, estarían más felices y sabrían más cosas de la vida si le escuchasen (risas).