You already know my love
Muerte y destrucción. He estado revisando las ventas musicales en España y me ha costado un buen rato asegurarme de que, en efecto, son datos españoles. Tal y como contamos hoy, encabezan la lista, por este orden, el puertorriqueño Ozuna, el puertorriqueño Jay Wheeler, el puertorriqueño Rauw Alejandro, el puertorriqueño Tainy, el puertorriqueño Nio García, y la francesa Aya Nakanura, que por otra parte, nacida en Bamako, es tan francesa como yo puertorriqueño. El acústico de Manolo García, que por el momento no es puertorriqueño, navega como un islote de buen gusto en las listas, surcando los mares del Caribe. Le auguro negro destino entre tantos tiburones.
¿Dónde está el pop español? Confinado. No es para menos. Llámame cabrón-prejuicioso si quieres, pero después de ver las imágenes de este fin de semana del DJ de Torremolinos escupiendo copiosamente chupitos sobre una marabunta embrutecida, es fácil sospechar que es improbable que ese mismo pinchadiscos haga sonar la Chica de ayer o, si prefieres, Locos por incordiar. A la buena música ni está ni le espera. No hay nada que no sea reggaetón mezclado con esa cosa de los susurros somnolientos secuenciados indescifrables y las uñas kilométricas. De modo que tenemos a nuestros artistas jugándose su futuro en el verano más complicado de la historia musical, haciendo bolos en condiciones heroicas y cosechando paupérrimas compensaciones, y mientras, aquí la realidad es aún mucho peor: parece que nadie los está escuchando en casa, ni pinchando en la radio, ni en los chiringuitos, ni en la televisión. En cuanto a Spotify, su único defecto es que entrega la llave al buen gusto de la masa. Vana esperanza.
Podríamos mirar a otro lado y decir que todo está bien. Que en verano siempre ha triunfado la música de usar y tirar, que solo es posible hacer el capullo en TikTok con canciones que tengan ritmos traperos, o que tal vez esta moda de hacer canciones retorciéndole la cola a los gatos y poniéndole el Filtro Ciencia Ficción es solo un asunto pasajero. Pero sería ocultar la verdad y eso nunca ha sido el espíritu de Popes80. La situación de la industria musical española en agosto del 2020 es lamentable. Y sería un torpe consuelo pensar que la situación de toda España también lo es, aunque sea cierto.
Cuando el reggaetón invadió las listas por última vez de forma tan masiva como ahora fue tras el cambio de siglo, cuando solo el fortísimo regreso del poprock español de influencia ochentera logró reflotar el sector y dio como resultado un montón de bandas comerciales e independientes que han ofrecido grandes canciones durante años. Lo malo es que esta vez no tenemos muerto que resucitar, ni época que mitificar, aunque sea para hacer algo de ruido y recuperar audiencia para la causa de que en los pubs no nos piten los oídos.
Por supuesto, nuestros artistas siguen ahí, componiendo, actuando.
Los expliqué al analizar la última crisis en We saw each other in the bars. Los grandes talentos no se marchan. Tenemos a Los Secretos de gira, Amaral enseña sus nuevas canciones, Maldita Nerea sigue en la brecha, Sidecars en un gran momento, Loquillo levantando el pabellón con la poesía, Hombres G con la maquinaria engrasada, el regreso de M-Clan en el horizonte, Revólver contra viento y marea, Melocos anunciando su regreso, esa genial noticia que es Bruna, Xoel ultimando disco, y tantos otros grandes y pequeños que siguen al pie del cañón, sea cual sea el tamaño del cañón. Pero sin cultura musical propia, España volverá a perder su identidad, como se perdió en los 90 entre cantautores coñazo y absurdos singles para mascadores de píldoras, y como se perdió más tarde entre la el empalago reggaetonero y los don nadie del éxito televisivo del pan para hoy, hasta que vinieron los clásicos del poprock a despertarnos de la pesadilla del ya tu sabe mi amol.
A la hora de concluir con un poco de esperanza, acudo a uno de los pocos éxitos españoles que sí están en las listas en este momento. La canción se llama Chulo, un reggaetón de ascendencia trapera, y sus ingeniosas rimas definen a la perfección lo que se avecina para los amantes de la buena música: “Chulo / Que tú te crees muy chulo / Te vas a tomar por culo”.