Illegals, at their best
“Los agoreros presagiaban que duraríamos un mes o poco más y aquí estamos cuarenta años después a pesar de nuestros hábitos”, espeta Jorge Martínez, incombustible líder de Ilegales, que presentaban su nuevo disco, ‘La lucha por la vida’, conmemorativo de sus cuatro décadas de trayectoria musical, en la sala París 15 de Málaga. Demostraron sin ambages que se encuentran en su mejor momento.
Abrieron el fuego con Tantas veces me he jugado el corazón que lo he perdido, el contundente single que Martínez grabó a dúo con Loquillo.
Curiosamente, se trata de un disco plagado de temas recientes de su cancionero y algún inédito, como el citado. Sólo incluye un clásico, Ángel exterminador, registrado con Bunbury a petición de éste. “La escribí en el 78-79 pero sigue vigente. No cambiamos, somos unos cabrones…”, sentencia.
Antes habían tocado, con la contundencia que les caracteriza, Si no luchas te matas (“Ser manso es peligroso…”), Voy al bar, Chicos pálidos para la máquina o Agotados de esperar el fin. Suenan como un cañón.
Sus seguidores, que disfrutaron de lo lindo, exhibían camisetas de la banda asturiana, algunas con la conocida frase de su líder: “Peinarse es de hijos de puta”.
La descarga sónica prosigue con temas como El bosque fragante y sombrío, Nunca lo repitas en voz alta (“Desde el día en que me bautizaron, llevo el diablo muy dentro de mí…”) o Juventud, egolatría, “versión tecno punk que desde la arrogancia que caracteriza a cualquier rockero va a salir de puta madre”, pontifica.
Con la provocación propia del punk por bandera (“Todo lo que digáis que somos, lo somos y aún peor”) arrostran Eres una puta, Destruye, Soy un macarra o Dextroanfetamina, con la que dicen adiós.
Ya en los bises, La casa del misterio (“Un tema que propone otro espacio”), Yo soy quien espía los juegos de los niños, Hombre solitario (que recuerda en su estribillo a You can never tell, del gran Chuck Berry), Tiempos nuevos, tiempos salvajes, el aire ska de Hola mamoncete, Soy un borracho y Problema sexual.
Jorge Martínez presenta a los miembros de su banda y a sí mismo como “un niño hechizado por una guitarra eléctrica y jamás voy a reformarme”.
Mientras se hacen una foto de familia, suena su himno Canción obscena (“Que me odien los maridos traicionados”). Apoteósicos.