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Popes80 | 27 November, 2024

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Willy Vijande como bajista ideal de Los Ilegales

Pascual Roel

Tras militar en grupos asturianos como Suybalen y Terlenka, Willy Vijande llegó a ser el bajista de Los Ilegales desde su segundo disco «Agotados de esperar el fin» (Sony, 1984). Tras su incorporación como sustituto de Iñigo Ayestarán, su talento rápidamente afloró y fue un elemento clave en el éxito del grupo durante los años 80. El líder del grupo, Jorge Martínez, que tenía por costumbre  escribir en las contraportadas de los discos algunas reflexiones, señalaba en “Agotados de esperar el fin” que habían incorporado a Willy Vijande a la banda. Lo definía como un ser «primitivo». Señalaba que «sólo responde a instintos primarios como Willy comida o Willy putas». El propio Willy Vijande respondía así en el año 2014 en referencia a esto: “Eso eran chistes privados y tonterías de muchas horas de furgoneta. Todo viene porque saliendo una mañana de Tarrasa, yo desperté y dije que tenía hambre, después miré por la ventana, y resultó que había algunas prostitutas en un bosquecillo al pie de la carretera, cosa sobre la que también opinaría, aunque no lo recuerdo. Y Jorge lo plasmó en el disco, para dar más imagen de descerebre. Eso resultaba elegante, comparado con las presentaciones que hacia en directo. Jorge siempre ha estado muy influido por Quevedo”

Dejando de lado esos juicios de valor, con Willy Vijande se demuestra que existen «hilos invisibles» entre determinados músicos que hacen que los grupos no suenen igual con unos componentes que con otros. Nunca han tenido Ilegales un bajista como Willy. Ni Rafa Nenuco ni Alejandro Fresnedoso, ni Íñigo Ayestarán, ni Alejandro Blanco han podido lograr las líneas de bajo que aportaba Vijande a los asturianos. Y no sólo musicalmente. Estéticamente resultaba «impresionante» ver sobre el escenario a dos «chicos del norte» como Jorge Martínez y Willy Vijande. Sus vaqueros, sus cazadoras de cuero y su porte y look agresivo y rockero daban una imagen absolutamente rocosa e infranqueable a la banda.

Dieron muchos conciertos en los ochenta. En 1985 alrededor de doscientos, de los cuales treinta en agosto.  Un año después grababan el imprescindible directo donde el grupo estaba en el apogeo total. Las conexiones musicales eran sobresalientes. Willy lo recuerda así: “fueron tres días de mucho lío, que iban a ser dos: la primera noche, a punto de salir al escenario, con la sala a reventar, un camión aplasto un turismo contra el transformador que alimentaba la discoteca Big Ben, de Mollerusa, donde estábamos, y nos dejó sin electricidad. y hubo que suspender, y retrasar todo un día. Para empezar”.

Pero la aportación del notorio bajista fue más allá de todo esto e incluso Willy firmó con Jorge Martínez algunos temas de Los Ilegales, como «Soy un macarra» o «destroanfetamina»: en “Soy un Macarra” y “Dextroanfetamina”, apenas aporté algunas frases a la letra. Me hubiera gustado más que Jorge me hubiera ido reconociendo arreglos de muchas otras canciones, según se grabaron”.

Willy fue corresponsable de  la época en que Los Ilegales sonaban fuertísimo. La energía era inmensa, pero destaca la dupla bajo-batería. Quizá fue con David Alonso con quién más cómodo se sintió el bajista, también porque como reconoce en el documental “Mi vida entre las hormigas” fue con el que se formó. Pese a esto reconoce que fue con el batería histórico de Los Ilegales con quien  “más engranaba musicalmente”.

Tocar en Los Ilegales supone un problema añadido. La personalidad de Jorge Martínez es arrolladora y eclipsa todo. Sin embargo, Willy siempre supo preservar su espacio. Y esa es una de sus grandes virtudes como bajista. Además, sus líneas de bajo siempre han mostrado un celo importante en preservar su espacio en el escenario: aunque la relación fue cambiando, yo tenía bastante con intentar mantenerme en Ilegales como persona autónoma. Jorge se las arreglaba para mantener a la banda en una especie de alerta militar constante contra todo lo que a él no le gustaba, y eso sumado al ambiente de la época, propiciaba actitudes arrogantes y desafiantes, que desde el escenario, debían proyectar una imagen bastante coherente con el mensaje del grupo. Y juventud, energía y temeridad”. En esa preservación del espacio hay otra característica. Vijande es uno de los bajistas más elegantes del rock español. Espalda rígida, gesto serio, movimientos elegantes y el bajo en su sitio con su púa. Plásticamente es perfecto. En los años ochenta era un grupo infranqueable. Ahí es cuando se forja la leyenda, que está unida a la leyenda de Ilegales, puesto daba juego musical y estético. Era impresionante ver a Willy cantando unas estrofas de “Hacer mucho ruido” con su energía. Hay un concierto en Ecuador en la red donde se puede ver esta circunstancia.

Tras la publicación de «Chicos pálidos para la máquina» Willy abandonó la banda cuando ésta estaba enfrascada en la realización de su disco más avanzado y experimental «A la luz o a la sombra todo está permitido». Willy no estaba del todo cómodo: “el Saxo y los teclados no me preocupaban. Lo que no me molaba eran las posibilidades que se le ofrecían a Jorge a partir de ahí”. Pero volvió para el siguiente disco, «Regreso al sexo químicamente puro» (Hispavoz, 1992) donde dejó huella de nuevo en el sonido. “Fueron tiempos difíciles y confusos. Tanto para Ilegales como para mí”, precisa Willy, quien reconoce que “Las dos versiones de “Oracion”, y “Drogas duras”, me parecen los temazos del disco”.

Según reconoce en el documental “Mi vida en las hormigas” no ayudaba al grupo y no acudía a los ensayos y prescindieron de él. Se acababa una época en la que Guillermo Vijande quizá no fue capaz de digerir todo lo que le vino encima al entrar en un grupo muy salvaje y con un gran éxito. “La época de Ilegales viví rodeado de éxito y dinero, que malgasté. Cuando se acabó, me costó aceptarlo”, afirma Willy.

Después de esa colaboración se borró definitivamente del grupo hasta el concierto de celebración de veinte años de Los Ilegales («El día que cumplimos 20 años, Santo Grial, 2002), donde participó en la interpretación de varios temas («soy un macarra» y «chicos pálidos para la máquina). En el concierto de celebración de sus veinte años, Jorge lo presenta como un tipo que es capaz de ir a un restaurante y «pedir dos veces el plato más caro para después vomitarlo». En el concierto se puede observar las miradas de complicidad entre él y Jorge y esa química especial, musicalmente hablando, entre ambos. Las buenas relaciones entre ambos quedaron certificadas en el aparte que tuvieron ambos al finalizar el concierto

Sobre los ochenta, Willy tiene sus propias opiniones. En relación a los relatos que sostienen que la movida sería algo únicamente exclusivo de Madrid, el bajista sostiene que “ la verdad es que me parece poco interesante. La mayor parte de las personas que intentan sacar algún redito de ese tipo de cosas, no gozan de mi crédito. En el 82/3, mi destino militar coincidió en Madrid con el de Juan Verdera, bajista de Derribos Arias, que me introdujo en los exclusivos círculos de la movida, que viví desde dentro. A veces me da la risa leer o escuchar las tonterías que se dicen ahora sobre aquellos años”. Abundando en lo mismo, Willy opina sobre que hablen siempre las mismas personas de los años ochenta que “es su negocio”. Vijande vivió la transición como músico: “ yo entré en la música tarde, para ser importante y ligar más fácilmente. No tengo espíritu de músico. Y la transición la viví un poco paralela a mi vida real. Sabía lo q pasaba, pero me interesaba más mi propia adolescencia. Me venían muy bien las manifestaciones de los 70, como excusa para sortear los horarios de llegada a casa por la noche…”. En relación a eso precisa que ningún grupo en el que participado ha estado instrumentalizado por el poder: “no en el caso de Ilegales, ni de cualquier otro en que yo haya participado. Para eso ya están los cantautores y Leticia Sabater”. Y recuerda de buen agrado a compañeros como “Radio Futura, Rebeldes, Derribos Arias, Pistones…” así como periodistas “mantengo amistad con unos cuantos de la vieja guardia de Radio 3 y de las revistas de mis tiempos”.

Tras su salida de Ilegales, Willy siguió ligado a la música. Fue el responsable del buen sonido de la sala «EL Sol». Pero además de su labor de técnico, Vijande se ha destapado como un meticuloso y excelente productor, como ha demostrado con Monotone en (2001) o Balboa «Just Married» (El Diablo!). Y fue técnico de sonido en gira con Los Ronaldos, Lagartija Nick o Juan Perro, entre otros.

También tuvo tiempo Vijande para hacer de figurante de De Diego, de músico de Olivia de Happyland o para ser parte, junto con Rafa Kas y otros, de los Electric Playboys a finales de los años 90, que incluso estuvieron en el por aquel entonces imprescindible programa de Miguel Bosé “El séptimo de caballería”. “Electric Playboys supuso el canto del cisne en mi caso. Un derroche de energía, actitud y trabajo, que no maduró”, señala Willy.

            En el año 2016 Willy retornó a Los Ilegales tras el fallecimiento de Alejandro Blanco con su histórico bajo verde, desaparecido este año tras un robo a la banda. La banda anunciaba así la vuelta de Willy: “Además queremos que una persona de nuestro entorno defienda la posición del bajo, y que esa persona sea el mismo que propició la entrada de Alejandro en el grupo, después de haberla ocupado él mismo durante muchos años, con cientos de conciertos y varios discos grabados como ilegal: Willy Vijande”. Suyas son las líneas de bajo de los últimos discos de Los Ilegales (La vida es fuego y Rebelión) y sus imponentes actuaciones en directo a menudo con unas gafas oscuras. Ha vuelto a ser protagonista en el escenario, ahora con Mike Vergara y Jaime Beláustegui. Es el reencuentro con su pasado, con Jorge Martínez y con su legión de Fans. Su presencia es de nuevo un nuevo faro para el grupo. Los vídeos “Si no luchas te matas”,”El bosque fragante sombrío” o “Mi amigo Omar” son algunos de los ejemplos. En una entrevista en la web “giradiscos” decía que le gustaba “Una décima de segundo” de Nacha Pop, es decir, que igual no hay nada mejor que “formular, escuchar y oír a la vez”. Aunque como dicen los propios Ilegales en “El bosque fragante sombrío”: “hoy empieza a ser ayer”. Y hay que celebrarlo.

*Los entrecomillados de este artículo han sido extraídos de una entrevista realizada a Willy Vijande en el año 2014 inédita hasta este momento.