Your big eyes and my pride
Su voz es una carretera al comienzo del verano y las cintas de mis padres en un coche repleto de maletas. Es el sol rejuvenecido de finales de julio y el lento discurrir de una carretera nacional, ultimando pueblos hasta la mariña lucense. Son vacaciones largas, escolares y felices. Días de esplendor, destellos en la orilla y preguntas entre nubes de formas misteriosas. Y el mar, hacia el final del camino, asomando súbitamente por la ventanilla como la sorpresa de un roscón de Reyes. Su voz es esa mezcla de ilusión y melancolía. Sus canciones, educación sentimental.
Siempre pienso que fue ella y aquellos inicios de vacaciones de la niñez los que me descubrieron todo lo que había detrás: las rancheras, México y por supuesto, a José Alfredo. Más tarde todo confluyó en el mismo lugar, porque Enrique Urquijo nos hizo trazar el mismo camino y, admirador como pocos de María Dolores Pradera, llegó a compartir escenario con ella registrando para la eternidad una versión de Ojalá que te vaya bonito.
Al escuchar las viejas canciones de María Dolores Pradera, también puedo ver aún a mi abuela en el sofá de casa, esperando frente al televisor a que actúe la Gran Señora de la Canción en algún programa de variedades. Y el gracioso elogio del vestido, del peinado, de su elegancia, y de esa dicción tan personal al verter los versos como besos sobre cada melodía.
Con María Dolores Pradera muere un poco más nuestro mejor cancionero. Se difuminan esos cabos que aún nos atan al puerto de la niñez y la juventud, los que nos mantienen con los pies en tierra, y da otro salto al vacío la sombra de aquellas canciones de pureza infinita, de sencilla firmeza, de belleza gentil. Canciones para amores y azares de otros siglos en un tiempo burdo y mutante que más que nunca necesita reivindicar aquello que “no se estila”; no por viejo, sino por verdadero, noble y firme. Como el paso, la voz y el porte de María Dolores Pradera en cada escenario. Como su vida, como su obra y como el recuerdo de ella que nos llevaremos a la eternidad.