Estas son las caras de los ideólogos de la UE del tapón unido a la botella
El 5 de junio de 2019, la Unión Europea, en su incansable misión de regular cada aspecto de nuestras vidas (porque claramente no hay problemas más urgentes que los tapones en el continente), publicó en su Diario Oficial la Directiva 2019/904. El objetivo: reducir el impacto del plástico en el medio ambiente. Y oye, quién podría estar en contra de eso, ¿verdad? Pues 35 valientes lo intentaron, frente a 560 entusiastas a favor y 28 tibios que prefirieron abstenerse, o tal vez no estaban en condiciones de votar tras una noche de prueba de certificación de demasiados tapones por los pubs de Bruselas.
Dentro del enjambre burocrático del texto legal, una pequeña bomba de relojería esperaba en el Artículo 4, que básicamente dice: «Los Estados miembros velarán por que los productos de plástico de un solo uso (…) solo puedan introducirse en el mercado si las tapas y los tapones permanecen unidos al recipiente durante la fase de utilización prevista». Es decir, adiós a la dulce libertad de separar el tapón de la botella y verlo rodar debajo del asiento del coche.
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Una vez que la medida pasó del papeleo del Parlamento Europeo a nuestras propias botellas, muchos pusieron el grito en el cielo en las redes sociales y los medios. Por supuesto, nadie había prestado la menor atención al asunto de los tapones, con excepción de los profesionales del sector. Fue todo un show cuando hace unos meses Mariano Rajoy se quejó en la tele, visiblemente frustrado con el tapón rebelde de su botella. La escena se hizo viral, pero lo que probablemente no sabe el expresidente es que su propio grupo en la Eurocámara, el Partido Popular Europeo, votó con alegría y sin dudarlo por la medida.
Por supuesto, no fue solo el PPE. Se subieron al barco con entusiasmo los socialdemócratas de S&D, los comunistas de GUE/NGL, los conservadores de ECR Group, los Verdes y los socioliberales del antiguo ALDE. Un acuerdo político más transversal que una barbacoa en casa de un cuñado. Vamos, que prácticamente todo el mundo apoyó esta idea. Ahora, a la hora de abrir una botella, que nadie diga que no se puede lograr consenso en Europa. Naturalmente, apuesto lo que quieras a que ninguno de los que votaron la directiva sabían que cambiarían para siempre el curso y diseño de los envases con tapón.
Seis años después, la imagen que resume todo este embrollo es un pobre tipo con la nariz torcida intentando beber agua sin bañarse en el proceso. ¿Por qué? ¿Quién es el cerebro detrás de esta maravillosa innovación—sobre la madre, hay sospechas-? ¿Sirve para algo más que para hacer que medio continente se replantee el hábito de beber en la oficina?
¿Por qué llegamos al meme?
El recorrido de esta brillante idea es tan fácil de seguir como el rastro de un calcetín en la lavadora. Como suele pasar con las regulaciones de Bruselas, la medida de los tapones llegó camuflada dentro de bla, bla, bla del Pacto Verde Europeo y de un puñado de informes sobre la economía circular. Después de unas cuantas semanas revisando documentos, uno empieza a sospechar que la verdadero genialidad de la burocracia europea es su habilidad para hacer que cualquier decisión parezca haber surgido de la voluntad colectiva de un ente abstracto e imposible de rastrear.
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Pero hagamos arqueología política: los tapones unidos a las botellas nacieron en la Estrategia sobre Plásticos de 2018, bajo la dirección del entonces Primer Vicepresidente Frans Timmermans, el Vicepresidente Jyrki Katainen y los Comisarios Karmenu Vella y Elżbieta Bieńkowska. En el Parlamento Europeo, la encargada de defender esta regulación fue la belga Frédérique Ries, ponente designada dentro de la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria. Ries pertenecía al grupo Renew Europe, antes conocido como ALDE, antes conocido como «ese grupo que cambia de nombre cada dos legislaturas».
El maltés Karmenu Vella, Comisario europeo de Medio Ambiente, Asuntos Marítimos y Pesca (sí, todo eso), vendió la norma asegurando que era “una de las iniciativas más solicitadas y apoyadas por los ciudadanos europeos”. ¿Seguro? ¿Más solicitadas? ¿Lo de los tapones? Lo único seguro es que en el Diario de Sesiones no queda claro si había alguien más en la sala para llevarle la contraria, o para solicitárselo. Su colega Timmermans, por su parte, elevó la apuesta con una frase digna de un villano de película de catástrofes: «Si no cambiamos ahora nuestra forma de actuar, asfixiaremos nuestros océanos con plástico. La evidencia científica es innegable”.
Lo curioso es que ni él ni nadie aportó evidencia científica -como ocurrió con las mascarillas del coronavirus- de que el tapón pegado al envase vaya a salvar a una sola tortuga. Pero eso no detuvo a Timmermans, que a fin de cuentas se hizo famoso el día que profetizó la primera guerra del agua, probablemente tras firmar una entente con el vino: «Nuestros hijos y nietos irán a la guerra por el agua y el aire limpio”.
La Directiva 2019/904, aprobada en 2019, tiene tres pilares fundamentales:
- Prohibición de cubiertos, platos y pajitas de plástico (las mismas que Trump defiende ahora como parte del sueño americano).
- La obligación de que los tapones permanezcan unidos a las botellas (para desesperación de Rajoy y de cualquiera con pulgares grandes).
- Nuevos requisitos de contenido reciclado en las botellas de plástico (mejor no saber).
«El plástico es más peligroso que un holocausto nuclear»
Durante el proceso de la guerra contra el plástico, más allá de la unanimidad generalizada al apoyar la eliminación, se escucharon en los debates parlamentarios intervenciones sorprendentes. El portavoz del grupo comunista La Izquierda en el Parlamento Europeo -cuya vicepresidencia recae en la española Irene Montero-, Luke Ming Flanagan contó esta historia:
Señor Presidente, en 1979, cuando mi hermana regresó a casa de un viaje de las Girl Guides con una cuchara y un tenedor de plástico, mi hermano menor y yo nos peleamos para ver quién se quedaría con ellos. La razón por la que luchamos para quedárnoslos fue porque nunca habíamos visto uno antes. Yo gané la pelea. Conseguí conservar este nuevo futuro ligero, de plástico y moderno para nosotros.
Luke Ming Flanagan durante la sesión que aprobó la prohibición de las pajitas, platos, cubiertos y bastoncillos de plástico.
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El final de la historia no mejora las cosas. «En ese momento estábamos preocupados; nuestra principal preocupación en este planeta era un holocausto nuclear», «no nos dimos cuenta de que el tenedor y la cuchara de plástico que tenía en la mano iban a resultar en realidad más peligrosos».
El resultado, ya lo conoces, la norma armonizada UNE-EN 17665 que controla que a los tapones no se les ocurra salirse de sus casillas. Si estás interesado en el proceso puedes obtener el ejemplar de Envases y embalajes, Métodos de ensayo y requisitos para demostrar que los tapones y las tapas de plástico permanecen unidos a los envases para bebidas por el módico precio de 68 lereles.
Aparentemente, en Bruselas el sentido común es una sustancia más escasa que el litio. Al final, lo único que tenemos son informes vagos que nos recuerdan lo malo que es el plástico (gracias, ya lo sabíamos) y la suposición de que la humanidad es incapaz de gestionar su propio comportamiento sin supervisión legislativa. La premisa de la ley es simple: asumir que el ciudadano promedio es un desastre ambiental, en el mejor de los casos, y un terrorista ambiental en todos los demás. Los legisladores parecen convencidos de que la mayoría de nosotros reciclamos las botellas, pero, en un arranque de vandalismo inexplicable, decidimos lanzar los tapones al viento como si fueran confeti en un mitin político.
Pero ahora, reflexionemos un instante al margen de los políticos: ¿Cuántas veces en tu vida has tirado voluntariamente un tapón sin su botella? Vamos, piénsalo. Exacto. Nunca. Y si alguien decide librarse del tapón antes de terminar su bebida, ¿por qué asumimos que lo hará en el lugar inadecuado? Si la botella y el tapón van al mismo contenedor, ¿qué más da que vayan juntos o separados?
Cuando la burocracia europea pone en marcha su maquinaria, el mundo real es lo de menos. Y así llegamos a este glorioso momento de la civilización en el que decenas de informes, expertos, reuniones, acalorados debates y votaciones han concluido en una única certeza: ahora beber agua es un ejercicio de coordinación avanzada. Un pequeño tributo diario a la meticulosidad de Bruselas, con el premio añadido de un tapón molestando en cada sorbo.
No nos engañemos: esto no es el fin del mundo. Pero por esa misma razón, es la caricatura perfecta del Parlamento Europeo y su desconexión con la realidad de los ciudadanos. Mientras el continente lidia con inflación, crisis energética y problemas migratorios, en las altas esferas alguien decidió que la gran batalla de nuestra era era impedir que los tapones sigan su propio destino.
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En Países Bajos, tras la puesta en marcha de los nuevos tapones, Kassa realizó una encuesta con 6.000 participantes. Al menos el 85% consideró «incómodos» los nuevos tapones, mientras que un alto porcentaje de personas con algún tipo de discapacidad en las manos, incluyendo enfermedades como el reuma, han presentado quejas en toda Europa porque son incapaces de abrir los nuevos tapones.
Asociaciones de enfermos como ReumaNederland han puesto en marcha recogidas de firmas para encontrar soluciones ambientales que no les hagan la vida más difícil a los pacientes, sin embargo, los diseñadores que han estudiado sus propuestas coinciden en que la única manera es hacer los tapones más altos y anchos, de modo que tendrían mejor agarre, pero que eso requiere más plástico, por lo que ni siquiera se consideraría la propuesta en la UE.
A propósito, a los legisladores no les inquieta demasiado el cabreo de los consumidores. En las actas de los debates varios eurodiputados dejan ver que, además del beneficio en sí, el hecho de que sea tan notable (no poder abrir bien la botella, por ejemplo) contribuye a mejorar la conciencia ambiental. Ajá.
En cada país en que se ha puesto en marcha la iniciativa, hay organismos encargados de hacer las pruebas de calidad, entre las que se incluye precisamente la medición de la resistencia. mediante una prueba de tracción. Si tienes una botella con cuello (las clásicas botellas de plástico que todos conocemos), la fuerza que se aplica debe ser de 25 Newtons. ¿Por qué 25? Digamos que 25 Newtons es una fuerza moderada, algo comparable al peso de un objeto de 2.5 kg o la fuerza que usarías para tirar ligeramente de un objeto de tamaño mediano. Y esa es la cantidad exacta de fuerza necesaria para verificar que la tapa está bien sujeta y no se va a soltar por sí sola cuando la persona la agite al abrirla.
¿20 millones de tapones en las playas?
Por su parte, numerosas organizaciones ecologistas llevan tiempo presionando para lograr este tipo de medidas. En 2016 Seas At Risk denunció que «en los últimos 30 años, se han encontrado más de 20 millones de tapas y tapones de botellas durante actividades de limpieza de playas en todo el mundo». El problema de estas denuncias tan gráficas es de credibilidad, siempre te queda la duda, la gran pregunta: ¿20 millones? ¿Los han contado ustedes uno a uno?
Las empresas que utilizan estos envases se han adaptado a gran velocidad, pero también han señalado que esto incrementará sus costes de producción un 3%, además de que muchos todavía no han dado con fórmulas que satisfagan a los clientes. Por otra parte, ha habido denuncias de que el proceso de elaboración y fabricación de las nuevas botellas con tapón unido podría resultar contraproducente y resultar más contaminante que la fórmula original, si bien tampoco han aportado evidencia científica de estas denuncias.
No sería la primera vez que la adaptación de este tipo de directivas da problemas. Tras la imposición de las pajitas de papel, además de las quejas de los usuarios, se han encontrado sustancias químicas PFAS (especialmente ácido perfluorooctanoico, teóricamente prohibido desde 2020), o «químicos eternos» en 27 de las 39 alternativas a las pajitas de plástico desechables, incluyendo 18 de los 20 modelos de pajitas de papel. ¿Y ahora qué? Da igual. Bruselas ya está en lo siguiente.