Escándalo en Spotify: al descubierto la estrategia de los «artistas fantasma»
En diciembre de 2024, la periodista Liz Pelly publicó en Harper’s Magazine un artículo titulado «The Ghosts in the Machine», en el que desvelaba una práctica interna de Spotify denominada Perfect Fit Content (PFC). Según su investigación, la plataforma ha estado creando y promoviendo música producida por artistas ficticios, insertándola en listas de reproducción populares con el objetivo de reducir los pagos de derechos de autor a músicos reales.
El reportaje es un adelanto de su libro «Mood Machine: The Rise of Spotify and the Costs of the Perfect Playlist», que se publicará el 7 de enero de 2025. En él, Pelly expone cómo Spotify ha transformado la industria musical a través de sus algoritmos, sus modelos de negocio y, más recientemente, mediante la estrategia de los artistas fantasma, que plantea serias dudas sobre la transparencia de las plataformas de streaming y su impacto en los derechos de los artistas.
Spotify y su evolución hacia el control absoluto de la música
Desde su fundación, Spotify ha pasado por múltiples fases en busca de rentabilidad. En 2010 se presentó como una red social musical, en 2011 como un mercado de aplicaciones, y a finales de 2012 adoptó la estrategia de ofrecer música para cada momento, recomendando contenido para distintos estados de ánimo, actividades y horarios del día. Así logró modificar por completo la industria discográfica y la gesta de dar acceso a millones de canciones de forma gratuita.
En 2013, Spotify comenzó a contratar editores internos para crear listas de reproducción y, en 2014, impulsó sus sistemas de personalización algorítmica, promoviendo la idea de que su tecnología ayudaría a «democratizar» la música al eliminar el poder de las grandes discográficas y los intermediarios tradicionales. En su lugar, Spotify aseguraba que solo la música más reproducida sería la que destacaría en su plataforma.
Sin embargo, la investigación de Pelly sugiere que esta «meritocracia de datos» ha sido una ilusión, y que, en realidad, Spotify ha utilizado su infraestructura para manipular la industria y privilegiar contenidos que le resultan más rentables. La denuncia de Pelly, salvo que Spotify logre desmentirlo con sus propios datos, supone un escándalo sin precedentes en la industria musical mundial.
La estrategia de los artistas fantasma
Según Pelly, desde 2017 Spotify ha estado encargando música a productores externos, a los que luego atribuye nombres ficticios para insertarlos en listas de reproducción de gran alcance, como focus, sleep o ambient. Al evitar tratar con artistas y sellos tradicionales, la plataforma consigue reducir sus costes en regalías y aumentar su margen de beneficio.
Un ex empleado de Spotify confesó a Pelly que la práctica era incómoda para algunos dentro de la empresa: «Algunos de nosotros realmente no nos sentíamos bien con lo que estaba sucediendo… No nos gustaba que fueran estos dos tipos que normalmente escriben canciones pop reemplazando a una gran cantidad de artistas».
Según la investigación, varias empresas han estado involucradas en la producción de estos contenidos, incluyendo Epidemic Sound, Firefly Entertainment, Hush Hush LLC, Catfarm Music AB, Queenstreet Content AB e Industria Works. Un músico de jazz que participó en estas grabaciones reveló que no tenía idea del alcance del esquema. Simplemente creaba «pistas anónimas para una compañía de producción que las distribuiría en Spotify».
Condiciones precarias para los «negros» musicales
El artículo de Pelly también destaca cómo estas prácticas han llevado a la precarización de los músicos que colaboran con las compañías asociadas a Spotify. Un compositor que trabajó para Epidemic Sound relató su experiencia: «Cada mes, la empresa nos daba una lista de reproducción con referencias y nos pedía que compusiéramos temas inspirados en ella. El 98% de las veces, estas listas no tenían nada que ver con mi estilo o mi visión artística. Estaba componiendo música bajo demanda, lo cual me molestaba muchísimo.»
A pesar de ello, este músico aceptó el trabajo porque la paga era mejor que cualquier contrato con un sello independiente, aunque desconocía cuáles de sus pistas terminarían teniendo éxito.
El problema es que el modelo de Epidemic Sound se basa en comprar los derechos completos de la música a precio fijo, dejando a los compositores sin ingresos por regalías futuras. Un músico explicó que sus pagos rondaban los 1.700 dólares por canción, pero que la empresa retiene la propiedad de los masters y de la mayoría de los derechos de publicación. En su descargo hay que admitir la otra cara de la moneda: nadie obliga a los artistas a hacerlo.
Un músico que creó canciones ambientales para una empresa asociada a Spotify explicó que, aunque al principio le pareció un buen negocio, pronto empezó a considerarse engañado: «Me pagaron unos pocos cientos de dólares por pista y me dijeron que podría hacer tantas como quisiera. Pero cuando algunas de mis canciones comenzaron a acumular millones de reproducciones, me di cuenta de lo injusto que era el trato: la empresa y Spotify estaban ganando mucho más dinero que yo, y yo no tenía ningún derecho sobre mis propias composiciones». Además, explicó que su nombre nunca aparecía en los créditos, ni siquiera en la metadata de Spotify: «No hay información del compositor. No hay sello. No hay nada. Es como si mi música simplemente existiera sin rastro de su creador». Si bien es cierto que la práctica puede parecer novedosa para algunos artistas, este modelo de acuerdo es bien conocido en la industria literaria donde escritores fantasma o «negros» escriben libros para personalidades y famosos y firman un contrato de confidencialidad que les impide desvelar la autoría real. Puede parecer abusivo si el libro tiene éxito, pero lo cierto es que a menudo es también un negocio muy lucrativo para escritores que de otro modo jamás lograrían cobrar esas cantidades por sus propios libros.s
¿Es este el futuro de la música en streaming?
Uno de los aspectos más preocupantes de esta estrategia es que allana el camino para el uso de inteligencia artificial en la creación de música. Un antiguo editor de listas de reproducción de Spotify confesó a Pelly: «Estoy seguro de que la IA ya podría hacer esto, lo cual es aterrador». Y este es el siguiente problema, si es que no está sucediendo ya.
De hecho, Epidemic Sound ya ha reconocido públicamente que planea permitir el uso de herramientas de IA para generar música. En su informe anual de 2023, la empresa afirmaba que su catálogo de música «sin restricciones» la posicionaba como una de las mejores compañías para aprovechar el potencial de la IA.
Spotify, por su parte, ha mostrado su apertura a la música generada por IA. En una conferencia en 2023, su CEO Daniel Ek declaró que el auge de la IA musical podría ser «culturalmente genial» y permitiría «aumentar el engagement y los ingresos» de la plataforma. Estas declaraciones, junto con las prácticas de los artistas fantasma, hacen temer que el próximo paso de Spotify sea la implementación masiva de música generada automáticamente, anegando entre un contenido infinito a los músicos humanos. No obstante, el paso tiene su peligro, porque una plataforma inundada de contenido sin filtro alguno de calidad o de artista se volvería inmanejable y perdería su actual valor.
La música como un simple fondo de pantalla
El artículo de Liz Pelly expone cómo Spotify está jugando con fuego, y si nadie lo remedio podría pasar de ser un servicio de streaming a convertirse en una fábrica de música impersonal, diseñada para mantener a los oyentes en la plataforma el mayor tiempo posible, sin importarles quién crea la música que escuchan o si las canciones esconden detrás sentimientos humanos o son sentimientos fake.
La revelación del programa Perfect Fit Content plantea interrogantes sobre la transparencia de Spotify y el futuro de la industria musical. Si la tendencia continúa, podríamos estar entrando en una era donde la música no sea más que un fondo de sonido genérico, impulsado por algoritmos e inteligencia artificial, y donde los artistas de carne y hueso sean reemplazados por modelos de negocio opacos y automatizados.
Mientras tanto, Spotify sigue defendiendo que su plataforma simplemente busca mejorar la experiencia del usuario. Pero si las listas de reproducción están llenas de artistas fantasma, ¿quién se beneficia realmente?
Para entender mejor el trasfondo de esta historia, el libro de Liz Pelly, «Mood Machine», promete ser una lectura esencial para quienes quieran conocer cómo el streaming está transformando —y a la vez precarizando— el mundo de la música.
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