Algo especial
Atmósfera azulada, tequila y sal, y un jardín en el alma. Es la hora en que el cielo arroja tinta de calamar sobre la ciudad del faro. Silencio en el barrio, nos deja sin aliento esta humedad, y canciones afiladas en el corazón. Están tus ojos allá al final, dos relámpagos de una tormenta de belleza, como un antídoto contra cualquier melancolía. Y suena en mi cabeza Algo especial de Dorian. “Algunas veces todo sale mal”, canta Marc y es verdad, pero me resulta más sincero admitir que “todos nos quebramos por el alma”.
Hay canciones efímeras, música inconsciente, y otras que ni siquiera llegan a rozarte el filo del sentimiento. Hay discos que te esquivan, otros a los que le tuerces tu la oreja, los hay que aburren, y un montón de ellos te levantan rápido y te dejan caer a las pocas semanas. Discos de vida corta. Tienen su momento, supongo, y no es esta noche. En cambio, a veces ocurre: alguien canta dejándose la propia piel a jirones, y te golpea en todo el pecho. Algo especial es una canción para quedarse a vivir, para bucear y perder el hilo, para morir varado en la playa con las primeras luces del amanecer, cuando ya no duele lo que una vez dolió, pero te resistes a enterrar las cenizas, y te dejas arrasar por la traicionera corriente de otros tiempos.
A veces es amargo evocar los días con vocación de eternidad, los planes con los que queríamos conquistar quimeras. Del recuerdo nace una inquietud -¿dónde estarás?- que Dorian se encarga de serenar: “En este bulevar de sueños rotos / No ha quedado nada de nosotros”. Lo sabe hasta la luna, que no ha salido a vernos pasear hoy.
Cierto que se me aparecen fotografías que no sabíamos que importarían, tus palabras entonces eran tan precisas como la métrica de los locos del Siglo de Oro, y algunos sueños que no se cumplieron. En la resaca de las lágrimas que provoqué, me aferro al fin a los Futuros imposibles, y noto que se me dibuja en el rostro el ademán severo de quien ha hecho fortuna dejando al olvido olvidar. Solo una mirada chispeante, de calma, me rescata entre las llamas, me devuelve al calendario sin tachar, la sonrisa picante del ron, y el latido tenue de una tristeza se diluye en el arranque de Cámara lenta: “Como una estrella colgada en el cielo / Como una diosa llegada del hielo”. Quizá es porque siempre hay algo especial al otro lado de la niebla del alma.