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Popes80 | 2 enero, 2025

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 Nunca verán mis ojos

Juan Herrero

Iba a todas partes. Era un caballo salvaje pero bastante consumido por el tiempo. Su sola presencia bastaba para sentir la alegría de los locos, los que traen diariamente la iniciativa de un vivir que recobraba la sensatez, sin sufrir el castigo de la falta sueños, ni de la imaginación. Sin tretas que le hiciesen estar de vuelta. Con sus preguntas lógicas, preguntas que no tenían para él una respuesta precisa, y eso le hacía estar tranquilo, no perder del todo la cordura. Aunque no dejaba de ser un caballo salvaje.

Anochecía. Él no apartaba ni un momento sus ojos de aquel rostro cohibido y conmovido. Al ver entonces aquella mirada depositada en sus pupilas perplejas, se sintió consumido por un silencio, desnudo por una señal temblorosa que implicaba un nuevo grillete, jamás podría huir de lo que había experimentado. Le arrastraba, le alejaba de todo lo que le había tocado vivir y no podía negarse a su saqueo espiritual. Era duro apartarse del mundo, pero era una necesidad que le empujaba al vagabundaje como una vocación vital de encantos y seducciones, de miserias y soledades, de libertad y aventuras.

“Mi fin se acerca” decía cuando perdía el juicio víctima de sus ataques, de las fiebres que nublaban su mente. Algunos se enseñaron con él en su debilidad, en su flaqueza. Como en tantos casos anteriores, como en los posteriores que seguramente existirán.

Vivía alerta, sabiendo que cada día podía ser la última página que podría escribir. Amén que lo hacía. Vivía para escribir, por eso vivía según lo que quería escribir. Hasta la última puerta del abismo si podía, hasta la primera puerta del cielo si le estaba permitido. Quería sentir su propio arte como un servicio al resto de sus semejantes, transmitiendo la energía de su franqueza y de su gozo. Su única felicidad era poder levantar cualquier sensación a quien apreciase su obra, a ser posible que fuese la misma sensación que él había sentido. Por eso tantas veces, cuando te echaba un vistazo con la dignidad de su mirada, te hablaba de entrega.

Nunca verán mis ojos, otros ojos como los tuyos.