Eliseo Cardona: «Bisbal es lo mejorcito de lo peorcito»
¿Qué opinión te merecen las letras de Enrique Urquijo y Antonio Vega? (jose maria, jaen)
Son dos estupendos referentes de la canción en español, aunque creo que a este lado del Altántico se les conoce muy poco. Vega sobre todo escribe con un marcado sentido artesanal (pienso en «Anatomía de una ola») y eso para mí es fundamental. Mi curiosidad de oyente, ya no digamos de crítico, siempre está buscando textos como una celebración de la palabra, aunque lo que se diga no pase de ser una tontería. Pero una tontería bien dicha es algo fenomenal (como nos alecciona un personaje de «La guaracha del Macho Camacho»). En el caso de Urquijo confieso que me gusta como intérprete de temas originales… porque esas versiones de rancheras me parecen una verdadera patada en el centro del… Pero hay que admirar un talento, que sin duda fue exquisito.
¿Qué te ha parecido el último disco de Andrés Calamaro «La lengua popular»? (Julio, Ponferrada)
Después de «El cantante» y «Tinta roja», «La lengua popular» es lo mejorcito de la etapa más comercial de Calamaro, al que disfruto mucho en directo. Digo «etapa más comercial» porque, en el arte de Calamaro, el olmo suele dar peras cuando nadie se las pide. Es decir, el disco es lo que es: Calamaro en piloto automático tratando de no ser pop pero siéndolo… Nada malo, desde luego. Pero cuando leo sus entrevistas y el hombre pontifica sobre escribir mejores canciones, me digo que una cosa es lo que dice y otra lo que recoge en los discos. ¿Desorden bipolar creativo? Vaya usted a saber…
¿Cual es para usted la promesa más emergente del rock latino? (Manuel, Asturias)
¿Se vale decir Enrique Bunbury? Bromas aparte, quiero pensar que esa promesa (o promesas) está trabajando en un underground alucinantemente creativo, autogestionando su música entre seguidores fieles y mostrando poco interés en comercializar su trabajo en detrimento de una obra que trascienda su tiempo. Yo no he visto nada que merezca mi atención. He viajado a Ciudad de México y Buenos Aires en el último año, y el panorama en ambas ciudades es bastante desolado comparado, digamos, con el esplendor de los años 90. En ese tiempo nadie había extendido el acta de defunción al disco y algunos grupos e individuos todavía buscaban su «Sgt. Pepper» o «The wall»; es decir, estaban pensando en el disco como obra de arte. ¡Tiempos aquellos! Hoy el disco es casi una ofensa, una pesadez que se debe editar parar salir a girar. Lo mismo con los festivales: los de rock, como los de jazz, estiran el término para meter allí hasta la madre de los tomates. Menciono Ciudad de México y Buenos Aires por ser dos centros de una dinámica rockera palpable. No conozco la movida en España, la verdad sea dicha. Y en Estados Unidos, ya se sabe, es la mierda de American Idol y los pedos del reggaetón. Mi respuesta, claro, es asquerosamente pobre puesto que no conozco el trabajo de grupos que, ahora mismo, seguramente están haciendo cosas interesantes. A juzgar por las crónicas sabrosas que publica el «Sí» y el «No» de Buenos Aires, hay bandas que van revolucionar la escena rockera. Pero yo siempre me acojo a aquello de «escuchar para juzgar».
Quienes son sus dos artistas o grupos de ahora preferidos y cuáles son sus grupos o artistas preferido de toda la historia? (Pep, Barcelona)
Uy, me las pones difícil… Tal vez vale aclarar que vengo fundamentalmente del jazz y la música clásica. Soy lusitano de pies a cabeza y tengo la música brasileña como un evangelio del placer. En la última década he estado coleccionando música africana con una pasión cercana al delirio. Y desde siempre he necesitado de la trova para sentirme conectado con la palabra en carne vida. Pero esta es una publicación orientada a la gente que escucha pop, ¿cierto?. Entonces en ese rubro voy a escoger primero a Jorge Drexler y luego a Pedro Guerra. (Bah, ninguno pertenece al pop, pero qué carajo…) De Drexler me gusta su capacidad para juntar elementos aparentemente dispares en un todo orgánico y, si se me permite, orgásmico. Pedro es un orfebre, alguien que trata la canción como una experiencia de los sentidos. Entre otras cosas, amo de ambos su voluntad de no abrazar los discursos patrioteros. Son músicos que, sin dejar de ser uruguayo el uno ni español el otro, transitan por el mundo como Juan por su casa. «Mahoma no habla de camellos y es árabe», Borges dixit.
Ambos, por cierto, están a la diestra del gran Caetano Veloso, al que considero un dios en la tierra. No me canso de repetirlo: no hay artista como Caetano; por lo menos en América. A mí se me hace díficil escribir acerca del bahiano porque paso de un intento de análisis a un insoportable fanatismo. Soy alérgico a los dogmas, pero Caetano ha sabido convertirme a su religión. El otro gran artista para mí es Keith Jarrett. La música como una experiencia transformadora. Keith dijo en una entrevista: «Toco cosas en el piano para las cuales el instrumento no fue creado». Esa arrogancia queda más que justificada cuando se va a uno de sus conciertos y se sale con la sensación de haber viajado a otra galaxia. En fin…
En popes80 han hecho un reportaje hace poco en el cada uno de los redactores decían cuáles eran los 10 discos que habían marcado sus vidas… ¿cuáles son los 10 discos que han marcado tu vida? (Pep, Barcelona)
Me la vuelven a poner difícil… Ciertos discos, como ciertos libros, ciertas películas… nos organizan el espíritu; nos hacen oír de otra manera. Pero yo me sorprendo regresando siempre a un puñado de grabaciones. Regreso para reencontrar el camino de la sorpresa, de la imaginación, de la inteligencia, de la intensidad, del arte como elevación. Aquí van esos discos. Aclaro que no están colocados en orden de preferencia.
1. Circulado ao vivo (Caetano Veloso) – Todo el universo de un tropicalista expresado con sofisticación, elegancia, entrega y experimentación.
2. Koln Concert (Keith Jarrett) – Un rock star tocando música para los dioses, que no admiten la repetición de ideas sino la improvisación llevada al paroxismo.
3. Descartes (Silvio Rodríguez) – El maestro cubano siempre le cantó al amor, pero aquí lo hace con una pureza que desarma. Al enseñar su corazón, creó una obra maestra. Nadie puede respirar a la altura de su arte.
4. Bob Dylan Live 1996 (The bootleg series) – La parte acústica permite entender la idiolatría de sus seguidores, entre quienes me incluyo. La segunda es la apoteosis de un genial músico que sigue sus intuiciones de espalda a los seguidores. El artista sólo es fiel a sí mismo.
5. Live at Leeds, november 23, 1973 (Bob Marley) – Los Wailers eran raros y feroces. Había que serlo para tocar una música que opera como una religión.
6. Straight, no chaser (Thelonious Monk) – El blues como redención y jodedera. Los solos de Charlie Rouse son una celebración de la poesía del swing. Monk no es un músico sino una estética.
7. Maestra vida (Rubén Blades y Willie Colón) – La salsa tenía que morir después de la obra de Rubén Blades, que le enseñó a los salseros que se puede ser rumbero, poeta, historiador y abogado de Harvard. Quien se eleva así, difícilmente quiere volver a la tierra.
8. You must believe in spring (Bill Evans) – La melodía como delirio. La armonía como dogma. Evans mostró que el swing tiene raíces en la música camerática europea. Por eso su música es la expresión de un aristócrata del espíritu. Hasta quienes dicen detestar el jazz se convierten en sibaritas de su arte.
9. Lonesome boulevard (Gerry Mulligan) – Mulligan es uno de grandes genios del jazz, aunque pocos le dan el crédito que merece. Descubrí este disco hace diez años. Lo escucho casi todos los días para convencerme de su insólito mensaje: la riqueza de las formas está en la sencillez.
10. La Leyenda del tiempo (Camarón de la Isla… por supuesto) – Camarón no es un flamenco; era un cantante extraordinario que enseña a meterse en las entrañas de la música. Todo un arte. Toda una sabiduría.
Qué opinas del cambio de cantante de La oreja de van gogh? crees que amaia montero puede truinfar en solitario? (Marta, Bilbao)
Albergaba esperanzas de que el grupo se recogiera a mejor vivir. Sin ánimo de ofender a los fans, pero La Oreja es un pujo colosal. Me ha tocado verlos en directo y no puedo menos que soltar la carcajada con las tonterías. No se trata de que deteste el pop made in Spain; doy fe de mi gusto por La Quinta Estación, que ha convertido la cursilería en un ars poético. No sé, Amaia es una mujer hermosa. Me cuentan que toca un instrumento (¿el acordeón?), es decir, que sabe de música. Pero su voz es terriblemente desabrida. Despierta un gusto momentáneo que, al cabo de dos o tres canciones, uno quiere apagar. Le deseo suerte.
Cómo valora el fenómeno de Internet en la difusión de la cultura musical y cómo valora la crisis causada por la piratería? (Juancho)
Son dos preguntas en una y ambas bastante complejas… Nadie puede poner en duda que Internet ha dado un vuelco espectacular al mundo de la música, enriqueciendo la manera de difundirla. El melómano hambriento, el periodista curioso, el músico abierto a sumar experiencias musicales sin duda tiene un universo por explorar. Ahora bien, lo que no ha cambiado, lo que todavía permanece inamovible es la mentalidad de los músicos, de los productores, de los ejecutivos y, ay, de ciertos escribanos de la prensa. Lo escribí hace poco en mi bitácora: la industria de la música ha impuesto unos patrones difíciles de romper. Los músicos que hablan de difundir sus obras en el fondo sueñan con ser rescatados por el príncipe de una discográfica multinacional que les permita vivir en un castillo. Pero ese modelo fracasó. Y fracasó sencillamente por arrogante, ciego y estúpido. Además, la revolución depende de la revolución de la tecnología. Algunos me dirán que cuesta trabajo difundir música en Internet. Después de todo, a veces se tiene la impresión de que hay más artistas que canciones. 🙂 Y la vida, claro, no da para escuchar todo. Pero el músico seguro de su oficio se dará a conocer tarde o temprano. Y si no se da a conocer, pues ni modo. Lo importante es no dejar de escribir, de cantar, de pensar la música; porque no hacerlo equivale a morir. Como ven, no es una visión muy pop que digamos.
Ahora bien, en cuanto a la segunda pregunta… mucho me temo que voy a caer pesado… Soy coleccionista, amo tener discos en mi casa y creo que hay pocas experiencias como pasar horas en una tienda de música. Pero mentiría si digo que no he bajado música de Internet. El melómano hambriento se impuso sobre el coleccionista, atesora el objeto. Pero antes, si quería buscar ese disco de Chris McGregor, Lennie Tristano, o Evan Parker tenía ir a Nueva York, a Chicago, a Philadelphia… Regresaba sin los discos que buscaba. Lo mismo con la música brasileña. Leo vorazmente todo lo que pasa en Brasil, pero me desespera no poder conseguir los discos… Ahora no: bajo música y me mantengo al día. ¿Es eso piratería? Evitaré responder la pregunta… Coincido en parte con Bob Lefsetz, crítico agudo, lúcido y genial, cuando escribe que se debe pagar por la música. Pero abrazo esa otra idea suya de que son los fans los que han impuesto sus propias reglas. Nos guste o no, Internet ha facilitado esa revolución de compartir.
¿Quién es más previsible: la crítica o el público? (Arancha, Madrid)
Ciertos músicos. Sin duda.
¿Hasta qué punto los periodistas musicales podemos influir y educar al público? Sobre todo sin caer en lo fácil… (Arancha, Madrid)
Uy, educar es palabra solemne. Jamás escribo para educar… ni aunque me pagaran. Mucho menos para influir. Soy un lector que escribe. Eso es todo. Ahora bien, ¿vale la pena escribir en la prensa sin un sentido crítico? Jon Pareles, uno de los críticos más inteligentes que tiene la prensa escrita de Estados Unidos, dice que un disco de 50 Cent o Coldplay es un aparato cultural que necesita ser explicado en sus partes para exponer su genialidad o su tontería. Estoy totalmente de acuerdo. El tema da para escribir un libro. De momento, diré que la crítica es necesaria para mantener a raya una espantosa cultura de la publicidad. Que, a no dudarlo, ha convertido a los periodistas en borregos profesionales. A mí me espantan esas notas donde los redactores utilizan el mismo lenguaje de los publicistas: «el disco se posicionó en el número…», «el grupo vendió 20,000 unidades….», «con 14 canciones, el single que se desprende…» Quienes escriben así, ayudan a fomentar un diabólico sistema de la idiotez. La prensa debe ser la última morada de los inconformes. Lo contrario es espantoso. Basta con estudiar las dos administradores del soberano hijo de puta de Bush. Con la excepción de una prensa de izquierda inteligente, los medios de comunicación de este país se han abierto de piernas, literalmente, para que les den por culo.
Lo mismo ocurre con la prensa dedicada a la música. Que en español, especialmente en Estados Unidos, es abominable. Aquí lo que pasa por crítica en un texto pusilánime donde el periodista ni siquiera es capaz de escribir bien su bobería. Y quienes pueden escribir con inteligencia, terminan hablando como burócratas. No exagero al decir que aquí un cantante calvo regresa melenudo al año siguiente y nadie repara en el bisoñé. A este panorama contribuyen editores temerosos de ofender a los anunciantes y estándares que imponen la arbitrariedad del diseño sobre el texto. (Y luego, claro, se habla de la muerte de la prensa escrita.) Tengo para mí que donde no se tolera la crítica, la sátira descarnada, el escepticismo e incluso la caricatura, predominan la grisura, la mediocridad, los bombos mutuos y los favortismos propios de los pueblos pequeños. Toda una tragedia…
No daré a valor a tu respuesta como predicción tan sólo la formulo para conocer tu visión musical a este respecto ¿qué grupos españoles emergentes o más consolidados podrían dar el salto con buena acogida al mercado norteamericano y cuáles a otros mercados como el de Méjico por ejemplo? Y siguiendo este planteamiento a la inversa ¿Qué grupos de esas zonas geográficas tendrían éxito en España? (Alberto G.,Madrid)
Los españoles sólo pueden apelar al mercado hispano en Estados Unidos. A menos, claro, que canten en inglés con intenciones de un crossover que los gringos, aparte de ver como un exotismo pasajero, suelen rechazar si no hay nalgas temblando, caderas moviéndose o versos con la palabra «caliente» repetida hasta el hartazgo. Se me dirá que David Bisbal tiene un público aquí en gringolandia. Yo no lo discuto. Pero soy de los que cree que Bisbal era necesario para reemplazar a Ricky Martin, que luego de forrarse los bolsillos con las mierdas que cantaba, ya no quiso seguir cantándolas y ha querido venderse como un artista serio… (Es que me cago de la risa con este pendejo… En serio, me cago de la risa.) Y Bisbal es lo mejorcito de lo peorcito. Pero volviendo a vuestra pregunta… ¿A qué mercado hispano en Estados Unidos se enfrentan los grupos españoles? Se trata de un público con un pésimo mal gusto. Admitamos que México, Colombia o Argentina son lugares donde el público, más o menos, tiene mejores oídos.
¿Las discográficas tal y como se las conoce realmente son necesarias o para dejar de hablar de crisis se debería empezar hablar de su fin y resurrección en otro modelo de empresa, con un nuevo significante más acorde a los nuevos tiempos tecnológicos y de difusión? (G. V., Madrid)
Diego A. Manrique escribió que algunas discográficas son necesarias porque operan como filtros. En principio, me pareció una tontería. Pero he terminado por admitir que tiene razón. Sobre todo si se habla de discográficas pequeñas, donde predomina la intención de crear catálogos de colección. Pero admitamos que las discográficas usureras van a existir siempre. Siempre habrá mercado para el mal gusto.
¿La industria musical es una gran mentira? ¿O realmente escuchamos lo que nos dicen las listas que escuchamos? (Tito, Valencia)
Escuchar música es una experiencia íntima e intransferible. Hay gente que no me cree cuando digo que apenas escucho la radio, o sigo las listas de Billboard. Personalmente, escucho música siguiendo lecturas. Es decir, que la música me entra primero por los ojos. Quienes escuchan música siguiendo lo que imponen las discográficas, tienen la música que se merecen.
¿dónde podemos leer sus críticas y artículos musicales? (PCK, Madrid)
Edito un blog, BlueMonk Moods (www.bluemonkmoods.com) porque puedo escribir lo que me da la gana. Lo tengo cerrado porque ando terminando una novela y trabajando en un libro de fotografías sobre el jazz en Miami. Lo abriré pronto para los dos o tres amigos que me honran con su lectura crítica.