¿Por qué presumir de la música española?
Atravesando las nubes, vapores blancos y brochazos grises. Abajo, las montañas nevadas. La sierra se presenta con una belleza rara e inusual. Su aspecto parece inalcanzable, grandioso. Nosotros somos tan poco. Supongo que volar es una cura de humildad. Representamos casi nada en la inmensidad. Aquí arriba nuestro país parece un acento, un accidente de la naturaleza y la geología. Y sin embargo sonamos, sonamos muy bien. Sonamos como algo grande.
Es tal el poder de las canciones que hace crecer al artista sobre el escenario abarcando todo el aire durante unas horas. Sus palabras resuenan en el cielo y llenan de plenitud las almas atentas. Sus versos atan corazones lejanísimos. Sus gestos son temblores de los montes. Ese ser pequeño y frágil se vuelve un gigante en la piel de sus canciones.
Es el poder de la música. Un poder aglutinador, transformador. Hay canciones que nos elevan, nos conectan con las alturas, como si fuéramos místicos, o nos zambullen en la niebla espesa del corazón, como visionarios, allá donde nadie se atreve a entrar armado solo con la armadura maleable de las palabras. Allí llegan nuestros artistas con sus canciones.
En lo alto, perdido entre nubes de nieve, pienso en el espejismo de la fama, tan grande y pequeño, y en la alargada sombra de los discos que nos emocionan, tan cotidianos y extraordinarios. La luz aquí es como la música. Densa y caprichosa. Impredecible y escurridiza. Como el duende de esas canciones que nos atenazan el alma o que nos ensanchan la sonrisa sin que podamos adivinar cuál es la razón de un fenómeno tan singular.
Todo esto ocurre y podemos percibirlo por el bagaje que nos acompaña. El pop español, como concepto extensible a todos los géneros populares y reconocibles. Si hubo un momento en plena década de los 90 en que llegamos a pensar que lo nuestro se había diluido, lo que llevamos de siglo XXI nos ha permitido asistir a la resurrección de la música española. Tenemos más calidad, más variedad y más talento que nunca. Y mucho ha tenido que ver en eso la tecnología, que ha dotado –para bien y a veces para mal- a todos los artistas y grupos de cierta igualdad de oportunidades.
La música española gana terreno también en el exterior. Aunque algunos de nuestros clásicos nos han dejado, su música sigue vigente y viva y las nuevas generaciones de artistas son más respetuosas que nunca con los grandes talentos que protagonizaron la Edad de Oro del pop español.
Lo repetimos casi a diario para que nadie se despiste: 2019 es el año del pop español. Se espera una acumulación de lanzamientos discográficos de relevancia sin precedentes en nuestra historia. La música en directo sigue siendo el motor económico de la industria. Y dos generaciones de artistas –la de los más jóvenes y la de los más mayores- se encuentran en un momento extraordinario de talento e inspiración.
Desde aquí arriba, donde todo parece relativo, resuenan todos estos indicadores de buenos tiempos para la música española. La gran maquinaria del talento produce día y noche. Son canciones que quedarán para la posteridad y que se están escribiendo hoy, a esta hora, en puntos muy diferentes de nuestra geografía. Cristalizarán en discos inolvidables en un año que debemos señalar en nuestro calendario como histórico para los amantes de la música española.
Cuando la política, las vanidades, los intereses, parecen empeñados en enfrentarnos, no está de más recurrir a la cultura y a la música. Esa gran banda sonora del pop español nos junta a todos alrededor de la misma barra. Nuestros artistas lo son, muy por encima de lo que piensen, lo que digan o lo que voten. España necesita más música que nunca y la va a tener. Y es cultura. Y es el momento propicio para sentirse orgulloso de todo lo que nuestros artistas y grupos, con esfuerzo y talento, están creando, y del arte, la inspiración y las canciones que están ofreciendo al mundo.