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Popes80 | 18 octubre, 2024

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 De Diego Vasallo

Itxu Díaz
  • On 19 febrero, 2008
  • http://www.itxudiaz.com

Leyendo (o escuchando) las letras de Diego Vasallo siempre me he imaginado cientos de imágenes que me trasportan, al son de su música, a lugares de melancolía y días mejores. Nunca volví a sentir la tristeza de una manera igual desde «De noche en tus ojos».

La riqueza del donostiarra no radica en su perfección, en un estilo sublime, o en una poesía exquisita. Seguramente ninguna de estas características pueda ser aplicada al ciento por ciento a Diego Vasallo. Pero, como creo que dijo Quique González, Diego Vasallo ni es letrista, ni es músico, ni es pintor, pero es todas esas cosas a la vez. A lo mejor esa es la magia que posee; tiene mucho talento en todo lo que hace aunque no le pongas un diez a cada actividad por separado. Su pintura se observa con su música, y a la inversa.

Pero si hay algo que verdaderamente me llama la atención de la carrera de Diego es, sin lugar a dudas, los diferentes estilos que ha tocado a lo largo de su carrera. Como miembro de Duncan Dhu compuso algunos de los mejores temas del pop español como la tan manoseada «Cien gaviotas», «Esos ojos negros», «En algún lugar», o «Una calle de París». Al iniciar su carrera en solitario, allá por los inicios de la década de los 90, decidió crear un grupo llamado Cabaret Pop, en el que experimentaba con los ritmos pop y la música electrónica, de esta época nacieron temas como «Prohibido ritual», «Juegos de amor», «Rastros de ti», «El peine de los vientos», «Polaroids», o «Mediodía». Luego dejó a un lado las programaciones y los sonidos electrónicos, para volver a la esencia acústica de la música. Su disco «Criaturas» comenzaba esa nueva senda, quizá más acorde con la búsqueda artística de Vasallo, canciones influenciadas por Dylan, Tom Waits, o con la música brasileña de Vinicius de Moraes. Un nuevo camino al que va ligado el talento de Suso Saiz, una colaboración fructífera de la que salen los discos «Canciones de amor desafinado», «El cuaderno de pétalos de elefante», «Los abismos cotidianos», «La máquina del mundo» (disco que surge de la preciosa asociación con el poeta Roger Wolfe) y la regrabación de algunos temas para el disco recopilatorio «Las huellas borradas»; y entre medias el último álbum de Duncan Dhu «Crepúsculo». Toda una evolución, o mejor dicho, una muestra de las inquietudes artísticas que ha ido persiguiendo su autor.

Las canciones de Diego Vasallo están arropadas por una deliciosa sencillez. Sencillez, no vista como lo simple, lo vulgar, la falta de talento, sino como la belleza de lo que no necesita añadiduras barrocas. Su música evoca la melancolía, los sueños rotos, partes de nosotros enjaulados en una ciudad que nos atrapa con su monotonía. La ilusión de un futuro mejor en algún lugar de la costa, alejado. Su poesía muestra un sentir de búsqueda, de contemplar un algo como si no lo tuviese al lado, a veces incluso, un breve instante antes de romper a llorar. Sé que puede sonar triste, pero en esos lugares también hay belleza.

Un artista, como tantos otros, tan poco valorado en nuestro país, porque parece como si él viviese en otro lugar, en otro tiempo. A su aire. Pero Diego Vasallo ha participado como nadie en el transcurrir del pop (en su sentido más genérico) en español. Y por eso hoy he querido reivindicar esta parte mía, que es suya.