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Popes80 | 18 octubre, 2024

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 Regreso y huida hacia delante de Sabina

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No vuelve Joaquín Sabina. No vuelve porque nunca se fue, aunque anduvo cerca en algún momento. Sólo he escuchado “Tiramisú de limón” del disco “Vinagre y rosas” pero creo poder decir que este es el regreso de Sabina, porque a fuerza de ser sinceros, hay que reconocer que su último disco era un poco tostón amargo.

Pero de todo lo bueno que tiene hacer un disco menor es que el siguiente lo mejorará. No sé si lo habrá conseguido, pero seguro que lo ha intentado. Los periodos depresivos nunca son buenos, para nadie, ni siquiera para el artista, aunque sí lo puedan ser las rupturas sentimentales.

Creo que es un acierto incluir a Pereza dentro del disco, porque aportan la frescura y el aire nuevo y joven con el que le cuesta respirar a Sabina últimamente. Gente como el de Úbeda necesita siempre estar rodeado de juventud y de experiencia, beber en un solo trago los dos licores. Sus discos lo piden a gritos. No es que Pancho Varona y García de Diego sean un lastre, todo lo contrario, siguen aportando mucho, pero es necesario abrir las ventanas y ventilar la habitación con el rock que suena ahora en las calles. Mestizaje generacional. Y es un acierto porque aunque no sea la mejor canción de Sabina, Rubén y Leiva la van a tratar como si lo fuese. El resultado creo que es muy bueno, un estribillo que engancha y una letra con la inconfundible firma de Sabina, acompañada de Benjamín Prado.

Siempre he sido receloso de aquellos discos que el músico publica después de ser padre o madre, receloso de los discos recopilatorios y de los discos homenajes, receloso también de los discos escritos a varias manos, si no son un grupo, porque el resultado suele ser un pastiche de clichés propios.

Con “Vinagre y rosas” Joaquín Sabina regresa y se va de los grandes escenarios, acto astuto si uno ya no se puede arrimar lo necesario al toro. Acto astuto y honesto. Incluso puede decirse que es un acto de decencia con su público y con la caricatura del personaje que se ha ido labrando a pulso con los años. Su carrera ha sido una constante transformación, de cantautor pasó a rockero y de rockero a poeta, aunque nunca dejó de ser un artista con la necesidad de escribir canciones. Por eso celebro que Sabina se ausente de los lugares en los que ya no puede sentirse cómodo.

Pero volviendo a la colaboración con Pereza. Algunos, entre los que a veces me incluyo, están un poco hartos de ver al dúo madrileño hasta en la sopa, y por eso no les habrá sentado muy bien que Sabina colabore con Pereza, viendo quizás un intento de aprovechar el tirón adolescente con el que se les ha etiquetado a Rubén y Leiva. Pero para mí es uno de los mejores sonidos que tiene una canción de Sabina, porque si hay algo que siempre pongo en el “debe” de la música de artista tan grande es el sonido de sus discos, su producción, que bien sea porque es el sonido de una época, o porque es la producción que querían. No es hasta “19 días y 500 noches” cuando encuentro al verdadero Joaquín, a quien quizás habría que tirarle de las orejas por haber disfrazado en tantos discos su voz rota en las largas juergas de la madrugada, sin lugar a dudas uno de sus mayores activos porque esa voz es la que piden sus canciones.

Aunque ya expió las culpas con su directo “Nos sobran los motivos”, no estaría mal volver al estudio con sus mejores canciones y brindarles la voz y el sonido que siempre merecieron. Otra purificación de los pecados, con el propósito de enmienda, es seguir grabando discos como el que acaba de publicar Joaquín, “Vinagre y rosas”. Pero sobre todo, que nunca nos falte Sabina.