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Popes80 | 30 enero, 2025

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La noche de mi propia aventura

La noche de mi propia aventura
Itxu Díaz
  • On 29 enero, 2025
  • http://www.itxudiaz.com

Un bache. Un éxito. Algunas heridas. Una extraña energía en el pecho. La resaca de la risa de diciembre deja el alma como una bajamar en invierno. Estás en forma aunque no se sabe en forma de qué. «Siempre me suicido en lo que me importa / Volvería a hacerlo mal y eso lo sé de sobra / Es la parte cuatro de la misma historia / Me crucé con tus amigas, no me soportan». Agota caer simpático. Es Normal de lo nuevo de Carolina Durante. Entonces se encendió la luz, mientras aún me mirabas con esa mezcla de extrañeza y curiosidad. Elige tu propia aventura. Eso haré, me dije. Al menos que el camino sea divertido, al menos que no sea por apatía, al menos que pueda hacerte reír una vez más.

Enero es mes de descubrimientos. Por alguna razón, no sé si la oscuridad, el frío o la cuesta, el comienzo de año nos invita a desprendernos de las canciones que nos han acompañado en las fastos navideños, y sumergirnos en otros mares. De diciembre a enero cambiamos de compañía o de soledad, a veces también cambiamos de amores y amistades, y sobre todo cambiamos de pubs, porque ya no hay ni rastro de todas esas lucecitas, ni del cotillón excesivo de Nochevieja. Aquí en la ciudad del mar desde donde escribo hoy, además, azotan los huracanes como si el fin del mundo estuviera doblando ya el cabo Finisterre en esta dirección, y eso cuelga de tu estado de ánimo como plomo en la cabeza de un sedal.

Qué fácil parece hacer que una canción sea un traje que cualquiera puede vestir y lucir. «Odiábamos las mismas cosas / Nada une más que eso / El olor de la línea 5 / O que la gente hable de sus sueños». Y es verdad, aunque en realidad, todavía odiábamos más «a la gente que dice cosas / Como: ¿Cómo puedes ser tan leo?». Es Tempo 2, y yo ya había entrado en ese modo en el que no puedes dejar de escuchar el disco ni un segundo. Eso me cabrea, porque no quiero odiarlo, pero tampoco evitarlo.

A la orilla de un roncito que brillaba como tú, creo que fue entre semana, me asaltó Misil, con todo su buen rollo, su simpático desenfado, y su dosis de realidad: «Apareciste en mi vida como un misil / Dentro de mí ahora una guerra civil». Estallaba en mi cabeza y no tenía ganas de explicártelo. En la euforia del instante no siempre sabemos elegir el momento para equivocarnos, así que a menudo prefiero seguir contemplando, que la primera sorpresa agradable de la vida es una sonrisa sincera.

La otra noche, al volver a casa, llevaba unos versos en la cabeza que no logré anotar, pensaba en que a cada momento de subidón le precede un valle, o le sigue, o ambas cosas. Sin embargo, hay personas, miradas, corazones, libros, y abrazos que pueden amortiguarte la caída. Y es ahí también cuando una buena canción puede enseñarte la lección que necesitas, y que no sabrás darte a ti mismo.

Con las manos heladas, puto granizo, logré colocarme los cascos y abrir Spotify con dedos temblorosos, y acertar en Hamburguesas, que fue ya un bucle hasta la madrugada, que no sé si caminaba por la calle o anunciaba McDonalds con un letrero colgando del cuello: «He vuelto al agujero del que te hablé / Sigue todo igual de negro que la última vez». Camino y dirijo la orquesta del silencio entre las calles con la punta del dedo índice, como si en vez de ron hubiera bebido absenta.

Y al final, portazo y salto a la cama, bajo medio millón de mantas, pensé en el último brillo de unos cálidos ojos, acogedores, alegres, que podrían estar hablándome sin que me entere, como de costumbre. Y, aunque nadie debería salvarnos -«Sé que esta vez no vendrás a salvarme / Sé que esta vez saldré solo»-, me resolvió la duda esta celebración que es Hamburguesas, la de dejarse llevar por la ola de los pequeños instantes de felicidad, también por los ojos bonitos, y creo que hasta me dormí gritándolo: «Porque fuera hay cosas preciosas / Hamburguesas, el fútbol, mi madre / Mis amigos suman más que mis demonios / Mis amigos suman más que mis demonios».

Normal.