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Popes80 | 8 enero, 2025

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Rotherham a diario: así es como Europa está normalizando violaciones

Rotherham a diario: así es como Europa está normalizando violaciones
Alex L. Ferrer

El año 2025 ha comenzado con la caída de un inmenso telón de mierda. No es agradable investigarlo, no es agradable contarlo. El silencio reiterado sobre los más de 1.400 abusos sexuales a menores en Rotherham se ha roto y eso lo único que podemos celebrar en este inmenso pozo de basura. Lo que hemos descubierto es aterrador. Entretanto, los grandes partidos políticos, y multitud de medios de comunicación continúan alineados directa o indirectamente con los agresores para evitar supuestas olas de xenofobia, protegiendo al Primer Ministro Starmer e impidiendo que investiguen su posible responsabilidad. No hablamos de un caso aislado, sino de explotación sexual sistemática y organizada de mujeres menores, principalmente a manos de extranjeros, y en el caso de Rotherham, de origen paquistaní. Ahí está la causa del silencio. Los muchachos podrían molestarse.

El informe independiente de Alexis Jay, presidenta del Centro de Excelencia para el Cuidado y la Protección de los Niños (CELCIS), describe un infierno que ningún niño debería vivir. Niñas de 11 años violadas hasta por cuatro cabrones a la vez, golpeadas, quemadas con cigarrillos, amenazadas con ser prendidas con fuego si denunciaban. Policías ignorando sus denuncias porque las consideraban «putas problemáticas» en lugar de víctimas de violaciones en serie. Trabajadores sociales minimizando los abusos para no parecer demasiado racistas. Quiero detenerme en el caso de Anna, en Bradford, violada decenas de veces con 14 años y coaccionada, casada después con su abusador en una boda islámica tradicional. ¿Sabes dónde estaba su asistente social? En la boda, celebrándolo. Tiempo después las autoridades finalmente decidieron proteger a la niña declarando que fuera acogida por una familia… la del violador. Y luego está lo de los políticos que, con tal de evitar titulares incómodos, prefirieron sacrificar a cientos de niñas en el altar del «respeto multicultural».

Elon Musk ha reactivado el caso al denunciar que Starmer, como fiscal, encubrió varios de estos casos. ¿Pero por qué no iba a hacerlo si lo había hecho su partido, y en realidad gran parte de vieja la casta política europea para evitar supuestos estallidos de loqueseafobia? El hecho deja en pelotas a todos: no sabemos si se habría producido loqueseafobia, pero sí sabemos que denunciar los crímenes podría haber evitado violaciones, y también sabemos que hay un montón de víctimas vejadas hasta niveles vomitivos. Piensa en el caso de Charlene: según la leyenda, sí, pero también según un testigo, fue troceado su cadáver y vendido como carne de Kebap por parte de las bestias paquistaníes de Rotherham.

Quienes se afanaron por tapar lo ocurrido y documentado entre 1997 y 2013 siguen hoy tratando de demonizar al mensajero. El buenismo colectivo se nos ha ido de las manos, y está arrojando a toda Europa a algunos de los crímenes más bochornosos de su historia. Entretanto, los inocentes, menores víctimas de violaciones en Reino Unido, Francia, Alemania o España, quedan atrapados en el lodazal de su complicidad.

Fallo en Matrix. Uno de los informes más detallados sobre esta basura lo ofreció en 2013 la Red de Mujeres Musulmanas de Reino Unido, que investigó 35 casos de víctimas, la mayoría musulmanas. “Nuestra investigación también demostró que estaban en juego complejas jerarquías de acoso”, relata el documento, “el abuso físico incluía violación oral, anal y vaginal; juegos de roles; inserción de objetos en la vagina; palizas brutales; quemaduras con cigarrillos; ataduras; representación de la violación que incluía arrancarle la ropa y actividad sexual a través de webcam. Esta descripción refleja el abuso cometido por perpetradores de ascendencia paquistaní contra niñas blancas en Rotherham”.

“En dos de los casos que hemos leído, los padres buscaron a sus hijas e intentaron sacarlas de las casas donde estaban siendo maltratadas, pero fueron detenidos cuando la policía llegó al lugar”, señala el informe de Jay, en otros casos las detenidas fueron las víctimas “por delitos como alteración del orden público o embriaguez”, sin “que se tomaran medidas contra los autores de violaciones”.

Las bandas organizadas de violadores acosaban a las menores, que contactaban por redes sociales, y en “casos extremos” llegaron a ser amenazadas y agredidas tanto “ellas como sus familias”. Y uno de los puntos más escalofriantes de la investigación: “En algunas ocasiones, las víctimas infantiles volvieron a los agresores creyendo que esa era la única forma de que sus padres y otros niños de la familia estuvieran a salvo”. Si nuestros modernos estados de derecho estuvieran sanos, nadie dudaría en denunciar que todo ha fallado.

No es Rotherham: es toda Europa

Si crees que Rotherham fue una desafortunada excepción en la impecable gestión de la multiculturalidad, mejor siéntate antes de seguir leyendo. Rotherham fue solo el primero en salir a la luz. El modelo se repitió en Telford, Rochdale, Oxford, Huddersfield y muchas más ciudades, que sepamos, por supuesto, de muchos otros casos jamás tendremos noticia.  Siempre el mismo patrón: depredadores organizados, víctimas vulnerables, autoridades cobardes.

Entre 2013 y 2022 los delitos sexuales denunciados en la UE han pasado de 30 por cada 100.000 habitantes a 52 por cada 100.000 habitantes. En 2020 la estadística se dispara, con un incremento de un 10% cada año. ¿Qué ha cambiado en los últimos 12 años en Europa para que ocurra esto? La coincidencia con la acogida masiva de inmigrantes y refugiados sería irrelevante si no fuera porque, aunque es casi imposible encontrar cifras globales a escala nacional sobre delitos sexuales cometidos por extranjeros (por lo que sea), si bajamos al detalle de las grandes ciudades encontramos datos espeluznantes: en 2023 París registró 97 violaciones en sus calles, de los 30 casos que se han resuelto y se ha podido localizar al culpable, el 77% de los acusados fueron extranjeros.

Las violaciones grupales son también repugnante tendencia en Alemania. Tan solo en Baviera, en 2023, se registraron 81 y se persiguió a 96 sospechosos. 45 tenían pasaporte alemán, 51 eran una amalgama de sirios, rumanos, iraquíes, y otras nacionalidades; 21 de ellos estaban catalogados como refugiados.

En el cómputo de Alemania se produjeron 761 violaciones grupales en 2022, el 50% de los sospechosos no son de alemanes por ahora. El experto en seguridad interior Christoph de Vries lo explicó así a BR24: “Estamos tratando con jóvenes que vienen de países musulmanes patriarcales, donde prevalecen ideas completamente diferentes sobre la igualdad y los derechos de las mujeres. Naturalmente, también vienen con estos valores a Alemania. Por eso a veces ven a las mujeres como inferiores y también como presa fácil”.

Veamos el caso de Cataluña, donde los inmigrantes representan ya el 17% de la población total. En estos momentos, el 91% de los encarcelados por violación en Cataluña son inmigrantes. ¿Países de origen de los agresores sexuales encarcelados? La mayoría marroquíes, le siguen colombianos, dominicanos, senegaleses, pakistaníes, ecuatorianos, rumanos y argelinos.

Ciertamente, no podemos seguir investigando y mencionando casos regionales concretos porque caeríamos, según nuestros ilustres políticos de Bruselas, en el riesgo de estigmatizar a los violadores. Saque cada uno sus conclusiones. Y cargue cada uno con su porcentaje de vergüenza como sociedad.

Mejor violación silenciada que titular incómodo

Como se ha dicho, los violadores de Rotherham eran en su mayoría hombres de origen pakistaní. Decirlo en voz alta en la Inglaterra del siglo XXI es más peligroso que cometer los crímenes. Lo sabían policías, lo funcionarios y periodistas. Pero todos prefirieron mirar para otro lado porque la sociedad no estaba preparada para descubrir algo así.

Cuando en 2002 una trabajadora social redactó un informe sobre las redes de explotación, sus superiores lo enterraron. En 2006, otro informe oficial vinculó la explotación infantil con drogas, armas y bandas organizadas. También fue ignorado. En 2013, cuando el escándalo ya no podía ocultarse, el Consejo de Rotherham se disculpó. Qué generosos. No salvaron a ninguna niña, pero qué bien les quedó la nota de prensa. Fue un gesto realmente conmovedor.

El problema no es solo el miedo a la islamofobia. Es algo más profundo: la cobardía institucional. Porque reconocer que cientos de niñas blancas estaban siendo explotadas por bandas de inmigrantes suponía admitir que el modelo de integración multicultural había fracasado, y que el modelo de asistencia social está trufado de garbanzos negros. Y en la religión del progresismo occidental, eso es una blasfemia.

La epidemia silenciada de violaciones en Europa

¿Violar a menores en situación de desamparo es algo aislado y perteneciente al área de los ingleses, siempre un poco perturbados? Verás:

Italia: Centros de menores de Sicilia y Lampedusa, donde adolescentes refugiadas han denunciado abusos por parte de adultos que supuestamente debían protegerlas. Los casos se minimizan o desaparecen del debate público.

Francia: Ciudades como Marsella o París, redes de proxenetas explotan a jóvenes sin hogar. La policía hace la vista gorda, los medios evitan hablar del perfil de los agresores y los políticos prefieren centrarse en la «lucha contra la islamofobia» antes que en la protección de las víctimas. Michel Houellebecq sonríe, por no vomitar. ¿Tenía razón?

España: Centros de menores de Baleares, Valencia y Madrid, adolescentes tuteladas han denunciado violaciones sistemáticas. Algunos políticos locales negaron los hechos hasta que fue imposible seguir ocultándolos. ¿La reacción de las instituciones? Silencio. Ni dimisiones, ni investigaciones.

Por alguna extraña razón suicida, buena parte de las feministas de hoy son, a su vez, loables activistas pro inmigración, de modo que no comparecen a la hora de pedir explicaciones a las autoridades por este tipo de crímenes. No trates de encontrar una explicación racional, más allá de que hay demasiados europeos que consideran más importante su partidismo, los postulados de su ideología, y sus chiringuitos, que enfrentarse a la realidad y asumir consecuencias desagradables. Es una verdadera lástima que no sean los propios legisladores los que paguen las consecuencias directamente.

El miedo a la cancelación lleva a la autocensura periodística. Los grandes medios, siempre tan valientes para publicar las filtraciones que interesan al poder, se vuelven de repente monjitas de clausura cuando el agresor tiene el perfil equivocado. Cuando un cura es acusado de pederastia, la noticia abre telediarios. Cuando un grupo de inmigrantes viola a una niña en un centro de menores, la noticia desaparece en páginas interiores, si es que llega a publicarse. Si no hay más remedio que cubrirlo, se evita hablar de su origen. En los medios mainstream, las bandas paquistaníes de violadores se convierten mágicamente en «hombres», “jóvenes” o «grupos».

El caso de Rotherham salió a la luz gracias a The Times, que se atrevió a publicar lo que la BBC y The Guardian intentaban minimizar. En otros países, ni siquiera hemos tenido esa suerte.

La gran farsa política

Ya lo sabes. Los mismos políticos que lloran por los derechos de las mujeres en Twitter son los que firman contratos millonarios con regímenes islámicos que lapidan a violadas por «adulterio». Los mismos que llenan sus discursos de feminismo son los que tapan los escándalos de violaciones sistemáticas en sus propias ciudades. Los mismos que te llaman racista por señalar el problema son los que jamás enviarían a sus hijas a un barrio donde las niñas corren peligro de ser secuestradas por proxenetas.

Las élites europeas prefieren ser políticamente correctas y vivir en paz, antes que proteger a sus ciudadanos. Y lo de Rotherham no fue un fallo. Fue una decisión. Decidieron que las niñas violadas eran un daño colateral aceptable. Decidieron que era mejor sacrificar a las víctimas antes que enfrentar preguntas incómodas. Y siguen decidiéndolo. Una y otra vez.

Recordemos que el informe de Jay señala que el “abuso no se limita al pasado, sino que continúa hasta el día de hoy. En mayo de 2014 –cuando culminó la investigación-, el equipo especializado en explotación sexual infantil tenía 51 casos” activos, mientras que “en 2013, la policía recibió 157 informes sobre explotación sexual infantil en el municipio”.

Ante la incomparecencia del centro-izquierda, y el miedo a la acusación de xenofobia de centristas y conservadores asustadizos, en Europa, los únicos que se desde hace años se atreven a sugerir, si quiera como hipótesis, una posible correlación entre las políticas de inmigración ilegal y el aumento de delitos sexuales son los partidos de derechas, a menudo señalados por la prensa como de extrema derecha.

Por desgracia, ahora sí las cifras les están dando la razón en numerosos puntos de Europa, sin embargo: ¿era necesario llegar hasta aquí? Para Merkel, para Macron, para Von der Leyen, y para tantos otros, atraer masivamente y sin control a personas procedentes de culturas donde el respeto a la libertad de la mujer es inexistente, donde es un mero objeto sin derechos, y no hacer nada para garantizar que respetarán los valores occidentales, fue claramente un plan sin malditas fisuras.

La pregunta que queda en el aire ahora es la que puedes imaginarte: ¿estamos preparados en 2025 para hablar sin tapujos de todo esto? ¿Podemos investigar de una vez la eficacia y el papel de los asistentes sociales y ciertas ONG, más allá de asistir a la boda entre víctima y agresor? ¿Podemos aparcar los intereses políticos individuales y pensar algo como sociedad para terminar con esta asquerosa lacra o eso sería una actitud loqueseaista? Razonen la respuesta.