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Popes80 | 21 noviembre, 2024

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Calamaro: «hace años maté a un yonqui en Madrid»

Calamaro: «hace años maté a un yonqui en Madrid»
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El cantante Andrés Calamaro publica la crónica De madrid al cielo en su nueva revista cultura, Nervio, y reabre la polémica que hace un tiempo sacudió las redes sociales, tras su supuesta confesión de un crimen en Malasaña, en el Madrid de los 80.

Si en la polvareda anterior, causada por unos tuits del 2012 que vemos hoy que son fragmentos de esta crónica publicada ahora en su revista, los detalles –«lo maté como una rata»– de su hazaña tuvieron que ser desmentidos por su manager -«¡todo eso es una estupidez!«-; en esta ocasión Calamaro parece interesado en reabrir la herida causada o, al menos, dejar que las dudas sobrevuelen de nuevo, tal vez en una confesión real, tal vez en un juego entre literatura y realidad.

«No es un grato recuerdo, pero hace ya bastantes años, en un altercado callejero, le quité la vida a un yonqui en Madrid«. Así arranca el texto de Calamaro incluido en la sección Crónicas de la revista. «En esos días», prosigue, «Malasaña y Chueca estaban tupidos de yonquipurs con jeringas colgantes en los brazos, sentados dormitando entre los coches estacionados. Así era el paisaje urbano de Madrid como de tantas ciudades en el mundo».

«Con el tiempo aprendí que el asesino siempre deja agujeros en la vida del asesinado», añade el artista, «Agujeros en matrimonios, en paternidades, en vecindarios, en familia, en amigos. Al matar a un hombre, se matan a muchas personas. Por empezar, uno se mata a sí mismo. Pero este no era un hombre. Era de esos yonquis con ojos muertos que te enfrentaban para pedirte algún dinero o intentaban robar unos billetes en los cajeros automáticos».

Calamaro prosigue su extenso y detallado relato resaltando que no recuerda ni el nombre ni la cara de la víctima, que no actuó por rabia si no para defender a los suyos y que cualquier lo habría hecho: «Madrid estaba sembrada de pinchetos desde hacía 25 años. Aquello no fue siquiera una auténtica pelea a puñetazos. Fueron unos empujones. Y terminar con repetidos golpes en la cabeza de otro contra el cordón de la vereda. Ahora siento piedad, tristeza por ese vagabundo adicto que dejé muerto en la calle. Fue puro instinto y ustedes habrían hecho lo mismo que yo».

El relato prosigue, zigzaguea en el asesinato y en el clima marginal de aquel Madrid, e incluye muchos otros detalles; puede leerse íntegro en la revista Nervio.

Si bien, la aventura suena tan familiar y creíble como sorprendente, tal vez para contrarrestar que toda esa confesión salga en un lugar de la revista tan verosímil como Crónicas, el cantante ha añadido un paréntesis al final, casi escondido: «cuento a cuatro manos».

No sé si eso confirma o desmiente todos los párrafos que anteceden. Pero lo que es seguro es que la polémica servirá para poner bien alto el listón de las emociones literarias en la nueva revista editada por Calamaro y amigos.