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Popes80 | 18 octubre, 2024

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 Los Hombres G se despiden de la Gran Vía

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Tarde de domingo, 9 de Mayo, Gran Vía madrileña. Los primeros acordes de Lo noto dan el pistoletazo de salida al último de los conciertos que los Hombres G ofrecían en un teatro de la capital. Un regalo incalculable para cualquier amante de la música en directo y una prueba de la calidad del grupo, que ha demostrado, tanto en Las ventas como en un pequeño teatro, que no hay patio de butacas ni hierático cortinón que les impida convertir cualquier espacio en una fiesta.

A Hombres G no se va sólo a verles; a ellos se les escucha, se les baila, se les canta y se les contesta. Y más en las distancias cortas, como ha ocurrido esta semana. Siete noches consecutivas de directos para ver a David Summers, Rafa Gutiérrez, Dani Mezquita y Javi Molina, acompañados únicamente por su teclista, Jason Paradise. Después de una semana de rodaje en la capital, todos saben muy bien lo que tienen que hacer. Ellos, tocar, sentir y disfrutar; su público, abandonar los asientos para lanzarse a las primeras filas y llenar de calor el concierto desde el minuto cero.

Los G sabían que había tiempo para todo; sus fans también. No había prisa por pedir canciones, porque muchas de ellas iban a llegar en el momento justo. El setlist está medido para hilar clásicos, como Mi coche, Si no te tengo a ti o Un par de palabras, y presentar nuevas canciones, como El secreto de vivir o Morir entre semana, «una de las nuevas importantes, de las más bonitas», explica David. Temas que compondrán su próximo disco. Un disco que sí que se grabará y que saldrá a la venta, seguramente en septiembre.

El concierto fluye solo, repasando discos y muchos años de música. Llegan Esta es tu vida y Solo otra vez; le siguen Por qué no ser amigos y Que soy yo para ti, y entonces, David anuncia una canción «que tiene veinticinco años», dice con el que mira hacia atrás con cariño, y suena Hace un año.

Las canciones se suceden sin pausa, salvo algún lapsus, como el de Dani, que olvida cambiar su guitarra, pero bromea rápido y los más despistados aplauden sin enterarse exactamente por qué. Hay ganas de escuchar tanto, y el tiempo pasa tan rápido, que el concierto vuela. Y se van entremezclando sus canciones de amor, Dos imanes y Te quiero con las de fiesta, Indiana y Voy a pasármelo bien. No hace falta explicar lo importante que es la noche para ellos, porque se siente. Y por eso hay que seguir presentando temas nuevos, como Vete de mí, otra de las importantes del futuro nuevo disco.

Las canciones desfilan por cada rincón del Teatro Gran Vía, a rebosar de público de lo más variopinto y entregado, casi tanto como sus protagonistas, como le pasa a Rafa, con la misma energía que con veinte años menos, escapando del lado derecho del escenario cada vez que puede, y tocando la guitarra hasta de espaldas en un momento de éxtasis musical. Y poco a poco y sin querer, comienzan las falsas despedidas, olvidadas en el mismo momento en el que David vuelve al escenario con el teclista, cierra los ojos y canta un sentido Temblando; con su voz de siempre, pero mejor que nunca. El público, sabio, supo callar cuando la canción lo pedía, y dejar escapar la emoción a gritos cuando era necesario. Y justo después del momento emotivo, vuelve el guiño simpático, siempre mezclando las dos sensaciones, y ahora le toca a Javi, divertido, agradecido y generoso, brindando con un chupito de tequila por una semana inolvidable y cantando No te puedo besar con Dani a la guitarra, y una aparición casi fantasmagórica de Rafa, que llega en mitad de la canción, toca tres acordes entre medias y desaparece al más puro estilo Cenicienta cuando dan las doce. Y no es lo único fantasmagórico del concierto: el juego de luces esconde a los G entre las sombras en gran parte del concierto. En muchas ocasiones, más que verles, se les intuye.

El concierto está llegando a sus últimos momentos, y por eso tocan Separados, el tema que suena en hombresg.tv, el tema que les está acompañando en esta última andadura, y una canción que –con el tiempo- pasará a la colección de grandes clásicos de los G, y que es la encargada de dar paso a la traca final.

De un tirón, con todas las cartas sobre la mesa, sin resquicios entre patio de butacas y escenario. Me siento bien, Venecia, Hoy no te escaparás, Marta tiene un marcapasos y Devuélveme a mi chica. Mitad cantadas por la banda, mitad cantadas por el público. Los G se siguen sorprendiendo y emocionando del poder de las canciones, y los asistentes aprovechan para recordarles hasta la última letra de cada estrofa. La escena que se vive entre las tablas y el patio de butacas es intensa y emocionante, regalan y reciben una entrega absoluta en la que prima la cercanía que les ha caracterizado siempre. Al lado de la gente, agradeciéndoles su cariño y recordándoles que sus conciertos van a continuar, como cuenta Dani: «esta semana tocamos en San Diego, por si os queréis acercar». Qué pena que esté tan lejos, pero en América también tienen que cumplir.

Once y media de la noche, domingo de la Gran Vía madrileña. Unos operarios descuelgan los carteles de color amarillo intenso que durante estos días han mantenido en lo alto el logo de los Hombres G. El show debe continuar, también para este teatro, de vuelta a monólogos y musicales. Ya no habrá carteles de los G, pero muchos recordarán que, durante una semana, ellos estuvieron aquí, y que su público inundó las aceras a ritmo de marcapasos y polvos pica pica.


 

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