El sonido de Alejandro Sanz a través de sus guitarristas: Gwynn, Vagnone, Salvador, Palau y Ciro (II)
Quedábamos en la primera parte de este trabajo sobre algunos de los guitarristas de Alejandro Sanz en el momento en que Miguel Arenas decide italianizar el sonido del artista después del «crecimiento innecesario» que le proporcionó ponerse en las manos de Nacho Mañó, quien añadió un plus de elegancia necesario pero lo acompañó de un una elaboración en exceso «madura» innecesaria para el proyecto en aquel momento. Una vez registrado en disco un concierto básico, Miguel A. Arenas recurre a Emmanuel Rufinengo para grabar el disco «3», que contenía joyas como «Mi soledad y yo» o «Quiero morir en tu veneno». La gira fue un éxito, y la interpretación de «Mi soledad y yo» con la guitarra de David Gwynn tocaba la fibra de cualquiera con un poco de sensibilidad. En un concierto, que retransmitieron en la Primera Cadena de TVE, Alejandro decía «sabéis lo que hago cuando quiero relajarme? Leo a mis poetas preferidos. Uno de ellos es Mario Benedetti y quiero recitaros una de sus poesías: El olvido no es victoria sobre el mal ni sobre nada y si es la forma velada de burlarse de la historia para eso esta la memoria que se abre de par en par en busca de algún que le devuelva lo perdido no olvida quien finge olvido sino quien puede olvidar». Al acabar la poesía empezaban las primeras notas de la canción y rápidamente se incorporaba la guitarra de David Gwynn quien le daba la profundidad mineral, la robustez necesaria a la canción con una guitarra sentida, erudita, leída, mezcla de la tradición del blues y de los tiempos modernos. La elección fue un auténtico éxito, puesto que David es padre del blues madrileño, con lo que aportó a Alejandro unas guitarras salpicadas de blues pero con un gran componente de «guitarra madrileña», es decir, urbana, rocosa y sobre todo muy presente. Gwynn ha colaborado con Javier Vargas o Christina Rosenvinge, y como productor ha frecuentado a grupos como Los Flechazos, Lo Del Tonos, Surfin'Bichos o The Cool Jerks. David mezcla los sonidos madrileños con las influencias de toda la Costa Oeste norteamericana, de donde nos ha traído un blues, un rhythm and blues y un country excelso (ha grabado discos propios como David Gwynn (1996) y Last of the Buffalo (2001). Recientemente lo hemos podido ver con Marlango o en el directo de Quique González con su atuendo y gorra característicos.
En esto llega «Más», donde están joyas como «Corazón partío», «Amiga mía» o «Y, ¿si fuera ella?». Para esa gira, Alejandro y su gente deciden contratar a Ludovico Vagnone y a Josep Salvador, con lo que dos guitarristas iban a llevar el peso del sonido en directo de Sanz. La mezcla se mostró pronto explosiva. El grupo se complementaba con músicos de la talla del muy efectivo Maurizio Sgaramella (batería), del virtuoso Agustín Guereñu (bajo y coros), del mejor Luis Dulzaides (percusión) y de Pier Paolo Vallero (teclados, saxofones y coros). El conjunto resultó totalmente sobresaliente, y la batería de Sgaramella (Dalma, Bosé, Queco, etc.) marcaba unos compases y un «tempo» magistral en el que las canciones de Alejandro se acomodaron de forma natural. En cierto sentido, nunca Alejandro Sanz ha sonado tan bien en directo. El tiempo de Sgaramella estaba acompañado por un Alejandro que daba todo en el escenario y por la guitarra pausada, al servicio del grupo y con mucho gusto de Vagnone, quien encontraba en Salvador un compañero perfecto. Por ejemplo, la canción «Amiga mía» era una demostración del virtuosismo de Josep Salvador, quien interpretaba la guitarra española mientras Sanz daba todo con su garganta y Ludovico y Sgaramella sostenían el sonido de la banda. Lo mismo sucedía con la canción «mi soledad y yo», donde Ludovico ponía todo al servicio de la banda y el solo lo integraba bien en la canción, sin estridencias, sin personalismos, con su modestia, con su saber estar y con su virtuosismo, dejando el protagonismo a Alejandro en todos sus extremos. La guitarra de Ludovico ha sido la que mejor ha interpretado las canciones de Alejandro, y la que mejor ha captado la profundidad de sus composiciones. Vagnone con Sgaramella le han dado tantos matices a las canciones de Sanz que sus directos son para escuchar eternamente. Los redobles imposibles de Sgaramella, su seguridad, su «tempo», nunca un golpe fuera de compás . Ha sido el mejor corazón rítmico que ha ofrecido Sanz en directo. Sus bateos siempre medidos, siempre intachables, se compaginaban a la perfección con el tacto siempre correcto de Ludovico y la ambientalidad de los teclados de Pier Paolo. Alejandro empezaba a ser una estrella mundial y los músicos tenían que responder a las grandes expectativas que se depositaban en Alejandro y en sus músicos. Durante dos giras, Ludovico, Salvador y compañía llevaron a Alejandro a lo más alto y consolidaron su sonido en las giras de los discos «Más» y «El alma al aire». Y en ese proceso quiero resaltar la calidad de la guitarra de Josep Salvador, quien llenó de matices las canciones de Sanz, como la canción «Amiga mía», donde cogía el protagonismo con su guitarra española y Ludovico se apartaba a un lado. Mientras, Sanz exprimía su garganta y su cuerpo, aunque en el viaje fue perdiendo las «ces» que lentamente se convirtieron en «eses» gracias a las influencias de Miami y todo ese mundo latino al que se aproximó Sanz.
Atrás quedaron los solos contenidos, sin protagonismo y al servicio de Sanz de Ludovico y adelante se ponía un directo para la MTV que se fue un disco totalmente fallido al perder todo el «tempo» italiano, el trabajo musical muy táctico y siempre medido y totalmente preparado del conjunto que acompañaron a Sanz durante esas dos giras. Entonces llega la gira de «No es lo mismo» y el saber estar de Vagnone es sustituido por el espectacular David Palau, quien le había dado todo y más a Sergio Dalma, y había colaborado con Serrat, Rosa, Peret, Niña Pastori, La Banda del Capitán Canalla y de hacer giras con Bosé, Serrat y el mismísimo Bisbal. Palau representaba el guitarrista espectacular, algunos lo llaman»el Steve Vai español». Su presencia en el escenario es la de un guitarrista que busca el protagonismo, que le gusta mostrarse en los solos, que le gusta que su presencia se haga resaltar. Es un guitarrista con un físico de mucha presencia (muy al estilo Tony Carmona). Su buen hacer se podía comprobar en la misma canción que hemos usado para catalogar a David y Ludovico: «Mi soledad y yo», donde la voz totalmente «cubanizada» de Sanz (predominio total de la «ese») y el solo de Palau marcaban la diferencia con la ejecución más táctica de Ludovico. La guitarra de Palau buscaba el protagonismo a la par de la voz de Sanz, logrando en muchos casos desplazarlo. Sanz ya no era el artista que buscaba el reconocimiento mundial sino el artista que se vendía desde Miami para el mundo, con lo que había que dar rienda suelta a la experimentación, a la improvisación, al gran guitarrista (Palau). Era un espectáculo que buscaba la excelencia mediante individualidades y no por el conjunto, y lo consiguió. A Palau le acompañaba el guitarrista Michael Ciro, una apisonadora capaz de tocar cualquier registro, y tocando a través del cuerpo. Los dos guitarristas daban un espectáculo único. Nathanaiel Townslei a la batería cumplía a la perfección, mientras seguían de la anterior formación Luis Dulzaides (percusión) y José Agustín Guereñu (bajo), a quienes les acompañaba Albert Menéndez (director musical, teclados y voz); José Antonio Rodríguez (guitarra flamenca); Alfonso Pérez (teclado y voz); José Sibaja (trompeta); Carlos Martín (trombón y percusión); Jon Robles (saxofón y flauta); Txell Sus y Ester González (coros). Un conjunto de lujo para un artista consolidado internacionalmente y sobre el que ya su propio personaje le empezaba a sobrepasar. Como con otros artistas (Julio Iglesias), el caso de Sanz no es único y la miamización de su música la ha llevado a pérdida de identidad.
Y así llegamos a la última gira, la de 2007 «El tren de los momentos», en la que Palau desaperece y toma las riendas de la guitarras Michael Ciro acompañado de José A. Rodríguez. Ciro vuelve a ser una excelente elección al ser un antiguo estudiante de jazz en la universidad y al tener una gran experiencia con Alicia Keys, Janet Jackson, Mariah Carey, Luther Vandross, Notorious B.I.G., Pharoe Monch, Ricky Martin,Raheem DeVaughn, Jill Scott, James Ingram, Foxy Brown, Jazzy Jeff, Stephanie Mills, Spice Girls, The Family Stand, Masters At Work o Kellie Sae. Su sonido sale de su cuerpo, puesto que toca con él y con los dedos con el objeto de captar la esencia de lo que sucede en cada momento y traspasarlo a la improvisación de su guitarra. Es un músico excepcional para una banda internacional que completaban Alfonso Pérez a los teclados, Luis Dulzaides, Carlos Martín, Selan Lemer (teclados), Nathaniel Towskley a la batería, Chris Hierro a los teclados, Txell Sust (coros), Sara Devine (Coros), Javier Vercher (Trompeta y flauta) y Luis Aquino (trompeta). Una banda completa, sólida y dispuesta a defender a Alejandro por todo el mundo.
Y hasta aquí hemos llegado. El entrevero de Alejandro Sanz en sus guitarristas ha sido la historia de un éxito, de sabias elecciones para cada momento de su carrera, sólo queda saber si el resultado ha sido para él el apetecido o si volvería a elegirlos así. Quizá ahora en el frontispicio de su carrera se plantee otras cosas o una vuelta atrás o dos pasos hacia adelante. Quizá Alejandro y sus asesores tienen que encontrar una nueva jaima que le sirva para su nueva etapa. Mientras, me quedo con aquello de «por favor, cuando puedas llámame que mi soledad y yo sin ti no estamos bien»……A tí.