Quique González crece con La Aristocracia Del Barrio
Presentaba Quique González su séptimo álbum, Avería y redención #7, en el malagueño teatro Alameda, anoche, 23 de octubre, y lo hacía con su nueva banda, La Aristocracia del Barrio (nombre tomado del tema homónimo de Serrat), en su tercer concierto dentro de la gira de teatros que inició hace tan sólo unos días en tierras madrileñas. Pese a no haber rodado lo suficiente para sonar, si nos atenemos al tópico, como una máquina perfectamente engrasada, la nueva propuesta del músico madrileño no chirría, todo lo contrario, se ajusta perfectamente al grupo que le acompaña y viceversa.
Tras seis discos producidos por el gran Carlos Raya (guitarrista de M-Clan y, actualmente, de Fito & Fitipaldis), el último de ellos en directo, Ajuste de cuentas (Dro Atlantic, 2006), González decidió tomarse un periodo de tiempo sabático. Pero, sus intenciones se vieron truncadas al conocer a Fernando Macaya, guitarrista de Los Deltonos y líder de Chick Tones, en cuya tienda de música comenzó a gestarse Averia y redención #7.
Entonces, se rodeó de Javi Pedreira a la guitarra, Karlos Arancegui a la batería y Jacob Reguilón al bajo (con Ángel Medina como ingeniero de sonido), tras la estancia de todos ellos en Buenos Aires durante el Laboratorio Ñ promovido por la SGAE, y se instaló en el salón de su casa en Cantabria, donde trabajaron en la preproducción del repertorio, al que luego darían su forma definitiva en el estudio de grabación.
El resultado, con la producción de La Aristocracia del Barrio (luego, no es una mera banda de acompañamiento), denota que Quique González ha crecido al alejarse de su mentor, Carlos Raya. Deja atrás una prolífica y admirable etapa y se abre a una nueva, a nuevos horizontes, pero sin perder el norte.
Basó, lógicamente, su actuación en los temas nuevos, pero también hubo lugar para algunos clásicos. Con uno de ellos, Y los conserjes de noche, dio el pistoletazo de salida a un recital de dos horas, al que puso la guinda con otro no menos conocido y especialmente vitoreado por un público puesto en pie, Vidas cruzadas. Entre ambos, desgranó casi en su totalidad el contenido de Avería y redención #7, del que se pueden destacar temas tan rotundos como el tema homónimo, Pequeñas monedas y grandes mentiras, Hay partida o Lady drama. También hubo espacio para otras canciones menos luminosas y más intimistas (Doble fila, Betty Boo, La cajita de música o Los desperfectos), que alcanzaron su cima con la emocionada y emocionante interpretación de Backliners (que Quique González dedicó a los técnicos que acompañan al grupo: Son los primeros en llegar y los últimos en irse) y Número 7.
Todo el concierto estuvo salpicado por el peculiar sentido del humor de González, a veces surrealista, que provocó las carcajadas de los asistentes. Verbigracia, cuando presentó a la banda, sin música, y le atribuyó a cada componente una biografía que ni ellos mismos podían creerse. O cuando pidió que se apagaran las luces del escenario (muy original resultó la puesta en escena, lámpara de pie incluida) para arrancar su Ford, del que sólo quedaban los faros y el parachoques, perfectamente conjuntados y ensamblados con el teclado.
Pese a que asegura no dominar ningún instrumento, alternó la guitarra acústica con la eléctrica, el teclado y la armónica, perfectamente secundado por un guitarrista excepcional, Javi Pedreira (que acompañara anteriormente a La Frontera, Luz Casal, Amaral o Mikel Erentxun), elegante y contenido, pese a su carácter indómito, y con una base rítmica excelsa, con un batería (Karlos Arancegui) inmenso y un bajista (Jacob Reguilón) incapaz de perder el ritmo.