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Popes80 | 21 noviembre, 2024

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 Bunbury y Loquillo en la Expo

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Bunbury y Loquillo por separado en el marco de la Exposición Universal de Zaragoza. Dos estrellas para un fin de semana de alto voltaje y cielo despejado. Es casi imposible que lo hagan mal, pero pueden no deslumbrar. Alguna que otra vez salen al escenario a retribuirse homenajes más que a dejarse la piel. A pasearse y recibir los aplausos, por regla, merecidos, en vez de sudar la camiseta. Esta vez sudaron los dos, aunque con resultado dispar.

Sábado 6 de septiembre. Enrique Bunbury. Teatral

El sábado por la noche, quince mil personas acudieron a la llamada del aragonés errante. Se esperaba un concierto especialmente rockero pero el público encontró un repertorio y una interpretación más dignas de un teatro. Sorprendentemente, la banda que lleva –teclado, bajo, batería y dos guitarras más la ocasional de Enrique– no resulta tan contundente como el Huracán Ambulante. Habrá que esperar, pero el diseño de las canciones, salvo excepción, parece más orientado al viento que a la distorsión. En todo caso, el cantante y compositor puso ganas. Pero no fue suficiente. “No hagas caso de aduladores”, aconseja Bunbury en Que tengas suertecita. Por ello no le molestará leer esta crónica.

Anunció canciones nuevas y viejas. Pero las más antiguas tenían menos de una década: las de Pequeño. De Héroes, tan sólo Apuesta por el rock and roll. Aunque sonó remozada bien necesitaría un retiro temporal a la manera de Iberia, Salomé, Alicia y otras. No hay que machacar el trabajo.

El repertorio, el bajo volumen y la todavía deficitaria adaptación convirtió el concierto en un 'stand by' eterno a la espera de un chispazo. No lo hubo. Sácame de aquí, De mayor, El viento a favor y así.

Resultaría paradójico que, de todas las giras vividas, ésta fuera la menos potente. Camino lleva. Pero habrá que esperar. El sábado, de arranque, El club de los imposibles sonó lenta. Lady blue, uniforme, habría necesitado algún giro -por ejemplo, dejando la guitarra seguida durante algún fragmento-. Y aun así fue de lo mejor junto con Contar contigo. Del resto, destacan las inclusiones de Sólo si me perdonas y No me llames cariño. También interpretó cuatro temas de 'Hellville de Luxe', que sonaron bien… sin exagerar. 'Helville', un disco del que ni los periodistas acólitos se han apresurado a decir aquello de 'entre lo mejor de su carrera'.

La actuación fue correcta. Incluso buena. Pero de Enrique se espera siempre aquello que proclamaba Baudelaire: ser sublime sin interrupción. ¿Injusto? Puede. Pero él nos mal acostumbró.

Su primer concierto no fue el infierno esperado sino un purgatorio. El mismo desde el que ha escrito el comunicado con el que responde a la acusación de plagio en la letra de 'El hombre delgado que no flaqueará jamás'. Tuvo que ser durillo subir al escenario veinticuatro horas después de que el diario en español de mayor seguimiento en la red publicase los versos que tomó literalmente de Pedro Casariego… Fallaron el repertorio y la interpretación. Actitud no: le sobra.

A pesar de todo, a pesar del frío en una noche no especialmente fría, cosechó aplausos y caras de satisfacción. Cabe deducir que, hoy día, se encuentra por encima del bien y del mal. Veremos si la polémica no trae consecuencias.

Sábado 7 de septiembre. Loquillo. Sin bises.

Loquillo demostró grandeza –y sabiduría- al rectificar. Unos breves cambios fueron suficientes. Poco tuvo que ver este concierto, en espíritu y formas, con cualquiera del comienzo de la gira. Debido a su difícil traslación a la electricidad, las canciones de 'Balmoral' fueron muy escogidas e, incluso, arregladas.

Loquillo demostró saber, cuando algo no funciona, cómo repararlo. Lo cual quiere decir que analiza y sabe escuchar. Busca lo mejor por el bien de todos. Y hubo cambios. A diferencia, por ejemplo, de M Clan, quienes continúan calcando los primeros conciertos de la última gira con un resultado demasiado terciopelo y cuestionable.

Aun habiendo dejado el cancionero esquilmado de temas rápidos, el Loco estuvo creíble y con garra. Hasta canciones trilladas como Feo, fuerte y formal y Rock and roll star sonaron de un modo difícilmente superable. La segunda, con la participación soberbia de Leiva y Rubén –Pereza– y Jaime Urrutia. Los tres se unieron para celebrar los treinta años de carrera del protagonista. Antes, habían salido integrantes del Columpio Asesino, un Carlos Segarra completamente bailón y entregado y Gabriel Sopeña. La interpretación de No volveré a ser joven sonó antológica. Apenas una guitarra arpegiada, una armónica y la voz del Loco. Más que suficiente. Esto demuestra que la fuerza es mucho más que un problema de vatios y saturación. Pero, como en todo concierto de rock que se precie, también hubo vatios y saturación. Todos en su sitio, mirándose, sonriendo, disfrutando. Con un Igor impagable. Sabino, cerró el círculo generacional.

La terna Besos robados-Hombres-Ya no hay héroes, -sorpresas agradables de esta gira- habría redondeado otro concierto. No éste. Fue perfecto. Incluso en la decisión de no dejar lugar a bis. Sin artificios. Llegaron, vieron, vencieron y se marcharon. Buena decisión, sobre todo, en un concierto-celebración con invitados.

Por lo visto, superaron la entrega de la noche anterior en Calatayud. Y atacaron un tema que se imponía: Hotel Palafox. Allí acudí con el melómano Alberto Prieto a degustar las esencias que sirven en su bar, donde el mismo Loco habrá tomado quién sabe cuántas pociones. “Hubo fuego una vez”.

Adaptar el set list, desechar temas, arreglar otros que se quedan a medio gas. “Es difícil se humilde cuando uno es tan grande”. Pues sí, Loco.