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Popes80 | 18 octubre, 2024

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 Actos y disposiciones

Juan Herrero

¿Quién puede odiar al verdugo de la tiranía? Habrá quien lo haga. Yo no pienso, salvo que el verdugo se convierta en tirano. A la música y a los músicos les sucede algo parecido.

Teorizando en la barra del bar sobre discos, músicos, estéticas y conciertos varios, algunos compañeros de copas, hielos y frutos secos, charlamos sobre como discurren la carrera de cierta gente que admiramos y respetamos. Sin dar nombres, para que cada uno lo pueda aplicar a cualquier caso que le plazca, algo así como tirar la piedra sobre el que cada mente quiera esconder la mano y ponerle rostro y nombre.

¿Por qué me enamoran los primeros discos de muchos músicos? Se supone que lo fresco siempre es fácil, un idea original que al cuarto disco puede que no lo sea tanto y se estanque en lo mismo de siempre, canciones que suenan a lo mismo. También porque, cuando uno empieza, no tiene ese status de músico de circuito, sino que lleva una vida «normal» como cualquier otra persona de a pie, y escribe sobre su vida, letras sobre las que es más fácil identificarnos. Hay a muchos artistas que después se les va su vida en otras cosas que nada tienen que ver con la nuestra, con lo que esa identificación nos cuesta más.

Quien sabe, a lo mejor ese tipo nunca pudo imaginarse que estar tocando de local en local, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, no suponía una fiesta continua, ni tías buenas deseando tener contigo una noche de mete y saca. No se imaginaba la soledad de quien no encuentra su sitio, de quien no tiene una tierra donde yacer con la misma gente. No se imaginaba que tocar día tras día es duro, que cuando el amor a la música se convierte en tu trabajo eso también puede llegar a ser algo duro. Así andan algunos perros empapados bajo la lluvia en alguna carretera secundaria.

Sin embargo los que sobreviven a esto, son buenos, los mejores, aunque a veces es cierto que los mejores se van quedando en el camino, o en el dinero fácil. Putas de su negocio, como en todas las profesiones. Contratados por el negocio del fast food y siempre creyendo que es un paso para poder hacer algo grande. O hay otros que se hacen funcionarios artísticos de la subvención del gobierno político de turno.

También hay mucho perro viejo que vive del cuento de tres o cuatro canciones, al más puro estilo Georgie Dann, al más puro estilo vivir de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos. ¿Cómo lo consiguen? No lo sé, aunque intuyo una carretilla amarilla. Y otros grandes de la música y de la poesía no consiguen nunca poder vivir de su talento, ni de su obra. Para mí, ellos, significan y dignifican la creación artística aunque sólo supongan un contento moral para el interesado. Siguen partiéndose la cara por el amor a aquello en lo que creen y en lo que les va la vida en ello, su música. Aunque se estrellen.

Y vuelvo a la barra a pedir algo más, después de ver la escena de after hour cuando se abrió la puerta del lavabo de caballeros y contemplo un rostro blanco, ojeroso y ciego. Al ver aquello, reconsidero al verdugo, siempre tratado de forma vejatoria por la sociedad, nadie se le acerca, sienten cierta repugnancia hacia su persona, y no se dan cuenta que detrás de ese estereotipo hay un trabajador, una persona con un oficio con el que intentar salir adelante en la vida, aunque se trate de traer la muerte al reo. Eso, me lo enseñó Berlanga.