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Popes80 | 3 diciembre, 2024

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 Quique González, otra vez

Itxu Díaz
  • En 12 octubre, 2007
  • http://www.itxudiaz.com

Hace años, una noche cualquiera en una ciudad de esta costa, la situación era muy diferente. Entonces, con la playa y la ensenada por testigo, me explicó que la industria de la música “te coge, te exprime y te suelta”. Eran otros tiempos y a Quique González sólo le funcionaba bien lo que nunca le ha fallado: su voz y sus canciones. Y yo aún entonces creía que la parte empresarial de la música tenía su puntito romántico. Tipos como Quique González y como Santi Santos me abrieron los ojos. Hasta los artistas más tímidos se explican de maravilla cuando te cuentan que hay alguien intentando hacerles la vida imposible. Quique no tenía el público mágico que tiene ahora, ni el respaldo mediático del que –por fin- goza estos días. No tenía una gran discográfica dispuesta a apostar por él hasta el final. Lo que tenía alrededor, con excepciones, hacía más por apretar que por empujar.

Algunos teorizan hoy que lo que le sucedía entonces a Quique González es que aún no había llegado “su hora”. Yo mismo he podido escribir esa tontería alguna vez, es lo malo de teclear tantas horas al año. Pero en realidad a mí eso siempre me han parecido estupideces. Si uno vale, no hay “su hora” que valga. Que el éxito no tiene edad, siempre lo he tenido claro. Y si no, piensen en Melody, la de la pata negra. Lo digo de coña, claro.

Lo que sí no había entonces en el mundo de Quique eran tantas luces en el escenario, ni tantas fotos en el “backstage”. Opinar sobre la posibilidad de que sus discos saltaran en un futuro a las listas de ventas era una broma de mal gusto. Tampoco Iván Ferreiro le llamaba de pronto para proponerle traficar con maravillas artísticas en la Argentina. Eran otros tiempos, insisto.

Las cosas, afortunadamente para todos, han cambiado. Ha llovido desde entonces y lo cierto es que no he vuelto a hacer con Quique -y con Los Elegidos- el paseo de la playa, ese que en esta costa te lleva de unos bares a otros cuando la noche se queda dormida en el cielo. Por tanto, no logro adivinar qué pensaría hoy Quique, con la tranquilidad necesaria y un gin tonic, sobre esa misma industria musical y sobre la vida, esa que sonríe cuando quiere. La misma que “te lleva por caminos raros”. Quizá diría lo mismo pero, probablemente, con una sonrisa cínica en el gesto. Porque no ha podido irle mejor en este tiempo.

Algunos, por envidia o por incordiar, dicen que Quique González es sólo un músico afortunado. Prometo que lo escuché no hace mucho. No recuerdo dónde fue, ni quienes eran los protagonistas del desatino. Sé que por dentro, mientras lo oía, pensaba que ni siquiera yo podría poner en duda que el abrazo de Enrique Urquijo marcó sus comienzos. Pero se equivoca –y a sus discos me remito- quien crea que fue antes ese abrazo que el intenso brillo de su talento. Enrique lo vio venir y acertó. Pero Quique no habría necesitado eso para ser quien es hoy. La prueba estaba en sus canciones. Y ahí la seguimos encontrando.

“Avería y redención” es un gran disco, y es, al mismo tiempo, lo que esperábamos de él en este momento. Creo, y no veo razones de peso para no escribirlo, que también Dro Atlantic está haciendo un trabajo estupendo con Quique González, a la altura de lo que se merece. Había algunas dudas cuando aterrizó en la compañía. Sobre todo, las dudas las tenía él, que venía escaldado del pasado gris, de la cruda realidad de la industria musical española. Quizá entró, sólo en cierto sentido, por la puerta pequeña, pero la grande ahora lleva su nombre. No conviene olvidar que no es tan fácil en España vender discos haciendo buenas canciones y buena parte de ese mérito es de quien trabaja para el artista. También es cierto que quien trabaja en una compañía discográfica no suele tener la suerte de poder sentirse partícipe de un disco con canciones como “Pequeñas monedas y grandes mentiras”, «Nos invaden los rusos», “Backliners” o “Doble fila”.

Yo creo que ahora que está de moda legislar tantas gilipolleces, es un buen momento para regular el asunto de los discos. Quiero decir que, ya puestos, debería ser delito no tener los siete discos originales de Quique González en casa. Y yo no los tengo, porque me han robado tantas veces “Salitre” y “Personal” que he terminado por no tener los originales de algunos, para evitar que me los limpien sistemáticamente.

No quiero extenderme más, a pesar de que escribiría a gusto durante horas sobre el protagonista de hoy de este extenso Desde la Costa. Y es que debe haber pocos en España que lleven tanto tiempo, y tantos discos, tan en forma como Quique González. ¡Qué manera de hacer buenas canciones! Y además, por más vueltas que le doy al nuevo álbum, veo clara la redención, pero no encuentro la avería por ningún sitio. En fin, que pena terminar un artículo tan sincero con una frase tan obvia; a Quique, si esto llega a su costa, no le gustará este final tan fácil.

[El otro día escribí este artículo sobre “César Pop” –nuevo teclista de Pereza- para El Confidencial Digital. Recomiendo de corazón a los seguidores de Quique González que sigan de cerca a este músico, si es que no lo hacen ya. Porque además de tocar muy bien el piano, canta de maravilla canciones como “Avería y redención” o “Colillas en el suelo”. Y, además, es un buen tipo.]