P. Martinez Vaquero
Toreros
Muertos comenzó
siendo una broma y llegó a situarse entre las principales bandas españolas
de pop de la segunda mitad de la década de los ochenta. El grupo surgió
de la mente efervescente de Pablo Carbonell, un veinteañero
gaditano que, mediados los 80, ya afincado en Madrid, comenzó a emular a
sus adorados Madness con la ayuda de algunos músicos que, como él,
tenían cierta vocación etílica y provocadora. Carbonell había sido un
asiduo del Rock-Ola y vivió muy de cerca los primeros ambientes
mods del Madrid de principios de los ochenta. Por aquel entonces, junto al
también humorista andaluz Pedro Reyes, formó el dúo cómico Pedro
y Pablo, una actividad que pronto llevó a ambos desde el parque del
Retiro hasta los platós televisivos de La Bola de Cristal.
En 1986
Carbonell conoce en una jam session de un pub de Madrid al bajista Many
Moure y al teclista Guillermo Piccolini, con los que formaría
grupo en aquel mismo momento. Poco después, tras unas divertidísimas
actuaciones por diversos locales de la capital de España, captan la
atención de una discográfica que inmediatamente les ofrece la grabación
de un disco. Pero, antes de que éste salga a la venta los Toreros
Muertos ya son conocidos en toda España gracias a su actuación en la
cuarta edición de la Fiesta del Estudiante y la Radio,
retransmitida en directo por Radio 3 (RNE) y Televisión Española.
Una escasa semana después actúan en Oviedo
como teloneros de Los Rebeldes y organizan una de las peleas
más divertidas que jamás hayan existido entre artistas y público; los
seguidores del grupo catalán abuchean al trío, y Carbonell, vistiendo
una camiseta en la que había pintado a mano: “Tengo 22 años”, invitó
a éstos a que bombardearan el escenario con todo lo que tuvieran a mano.
“Vamos amiguitos, no os cortéis, que Dios también os ama aunque que
tengáis patillas y tupé”, dijo. El resultado fue un aluvión de
botellines, navajas y todo tipo de objetos contundentes que arrasó
literalmente con el juego de luces del escenario y que acabó con Pablo,
Guillermo, Many y algunos fans y borrachos (o ambas cosas) en comisaría.
Y es que Moure y Piccolini eran virtuosos músicos argentinos, curtidos en
anteriores aventuras musicales, que supieron acoplarse a la perfección al
complejo y sicotrópico mundo interior de su multimediático cantante
hasta las últimas consecuencias.
Su
debút discográfico llegó por fin de la mano de Ariola, que les
editaría en 1986 el maxi single “Yo no me llamo Javier”,
antesala de lo que poco después será su primer álbum “30 años de
éxitos”, trabajo en el que Pablo Carbonell muestra otra de
sus facetas, la de excelente dibujante. No obstante él fue el encargado
de realizar por esas mismas fechas la carpeta del doble álbum
recopilatorio “Recuerdos del Rock-Ola” editado por DRO.
Asimismo, “Mi agüita amarilla” resulta un éxito y el trío se hincha
a tocar por España aquel verano.
En
1987, los Toreros Muertos parodian los cursos de inglés y se ríen
de la solidaridad internacional en el álbum “Por biafra” (Ariola,
1987) y siguen los conciertos en directo por España y algunos puntos
de América (fiesta descalabrada en casa de un narco colombiano incluída).
En 1989 publican “Mundo caracol” con una canción
dedicada a un falangista, asunto con el que Carbonell pretende
zanjar en clave de humor ciertos rumores de mal gusto sobre su pasado
ideológico. Lo último de la banda es “Toreros muertos: Cantan en
Español” , editado en el año 92 y producido por Piccollini.
Poco después, aburridos unos, e inmersos en crisis existenciales otros,
deciden disolver el grupo. Pablo Carbonell, tras unos años de
ausencia en público, regresó como humorista y reportero a los platós de
televisión. Por su parte, Many Moure emprendió nuevas aventuras
musicales, al igual que Guillermo Piccolini, que formó el provocador y
escatológico combo Pachuco Cadáver.
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