Pablo
Martínez Vaquero
En la Valencia de los
primeros 80, sin duda, dominaban los grupos con sintetizadores al frente,
quizás por la brecha abierta al principio de la década por bandas como Glamour. Una de esas bandas fascinadas por el nuevo synt-pop inglés fue
Betty Troupe, un sexteto nacido en la ciudad del Turia por iniciativa de
tres renegados del rock urbano y una atractiva chica poseedora de múltiples
virtudes artísticas y notables capacidades de mando. El trío masculino
estaba conformado por Sandro Mompó (bajo), Lully Azulay (guitarra) y
Héctor
Domingo (bajo), mientras que Flora Illueca se alzaba como cómo la
vocalista, compositora y líder indiscutible de un grupo que rápidamente
se convertiría en quinteto con la incorporación de Marina (percusión y
coros) y Fabienne Cidoncha (teclados y coros).
Con su atractivo ‘line up’
(una imagen totalmente fashion capitaneada por tres esculturales féminas)
Betty Trouppe no tardó en llamar la atención de la multinacional Ariola,
que rapidamente puso al quinteto en manos del genio rentable del pop
nacional, Nacho Cano (Mecano). El resultado fue un maxi single editado por
Ariola en 1983 que contenía los temas “El Vinilo”, “MS 20” y
“Berlín”. El primero llegó a escalar las listas radiofónicas
comerciales, con una letra un tanto surrealista y una instrumentación
recargada de arreglos que iban desde los guiños new romantic hasta el
heavy más glamouroso, incluyendo un larguísimo solo de guitarra y múltiples
recursos vocales y de percusión. Por su parte, los dos temas incluidos en
la cara “B” eran dignos clichés estéticos muy propios de la época:
un homenaje al sintetizador Korg tan de moda por aquellos años (“MS
20”) y un tributo a la capital mundial de la modernidad desde el
“Low” de Bowie (“Berlín”).
Ante el interés que el
quinteto había suscitado entre el público en el verano de 1983, Ariola
decidió apostar por todo un elepé para Betty Trouppe, que, meses después
–ya en 1984- vería editado el album “Nuevos Héroes”. Pero antes de
que el disco se publicase el quinteto protagonizó una crisis interna que
las revistas musicales y fanzines de la época (Rock Especial,
Estricnina...) difundieron a modo de culebrón. Marina fue expulsada del
combo ante el estupor de muchos fans; ella era la chica que más destacaba
en la carpeta del maxi, luciendo short rojo y larguísimas piernas. Sus
declaraciones a la prensa musical tomaron la forma de afiladas acusaciones
contra los presuntos celos que Flora Illueca profesaba a su persona y, de
este modo, el combo valenciano comenzó a levantar pasiones que rebasaban
lo meramente musical.
En 1984 se publicó su primer
álbum, ya con Maruchi Oliette ocupando el puesto de la expulsada. Su único
single extraído, “Reflejos” tuvo pobres resultados comerciales y,
nuevamente, fue ignorado o vapuleado por la crítica especializada, por
entonces ya muy escéptica ante la oleada de grupos valencianos en la
misma onda del sexteto. Su desafortunada actuación en la Fiesta del
Estudiante y la Radio (48 horas de rock –con amenaza de bomba incluida-
retransmitidas por Radio 3) sembró tal caos en el seno del grupo que
provocó su disolución, una decisión que se hizo efectiva pocas semanas
después del evento. Sus componentes recalaron en otras bandas de menor
repercusión estatal.
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